Marroquíes asentados frente al CETI denuncian discriminación de acceso por su nacionalidad

MIGRACIÓN

La veintena de jóvenes procedentes del vecino país, que acampan en las puertas del Centro desde hace siete días, se quejan del acceso a las instalaciones en menos de 48 horas de argelinos y subsaharianos

FOTO REDUAN
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La media mañana del domingo en las inmediaciones del Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) está llena de luz: los rayos del sol calientan a este grupo de unos 20 marroquíes que ya llevan una semana esperando en las puertas del Centro para ser acogidos y acceder a un techo y a comida caliente.

En claro contraste, el frío de la última húmeda y nubosa noche que han vuelto a pasar por sexta vez consecutiva en el mismo lugar. Muchos de los asentados en este campamento improvisado de mantas, colchones y tiendas reutilizadas se cobijan a la sombra, y les queda muy lejana aquella oscura noche en la que cruzaron la frontera desde Marruecos a nado.

El grupo se ha visto incrementado por varias personas más en las últimas 24 horas, al menos tres argelinos y otros tres marroquíes. La situación arroja otro elemento de contraste: la diferencia de trato que están recibiendo unos y otros migrantes radica en su nacionalidad.

FOTO REDUAN
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Durante el encuentro de El Pueblo de Ceuta con el grupo de asentados, sobre las 13:00, cuatro argelinos y un subsahariano con papeles en mano consiguen entrar al CETI. Les dan bolsas de lo que parece ropa una vez ingresados en el recinto, cerca de la puerta, y después de unos minutos acceden más al interior ante la indignación de los marroquíes. Los que han podido pasar han llegado esta noche, por lo que el criterio y la agilidad del acceso al Centro es diferente dependiendo de la nacionalidad de los solicitantes de acogida. Tanto en los casos de los argelinos como de los subsaharianos, su filiación se tramita con mayor celeridad, a diferencia de los casos marroquíes.

El grupo de asentados cumple este domingo más o menos una semana en el lugar, si bien no al completo porque el viernes consiguieron entrar al menos siete marroquíes a las instalaciones. Sin embargo, los interlocutores que conversan con este periódico llevan al menos cinco días en esta situación: “Desde el lunes por la tarde”, afirma uno. Por el contrario, la media de acceso de los últimos argelinos y subsaharianos acogidos se sitúa entre las 24 y las 48 horas desde que llegaron a nado o a través del perímetro fronterizo.

Una semana en el bosque

“¡Mira mi casa!”, se queja desde lejos el chaval de polo blanco, chanclas y bañador que el sábado presentaba quemaduras en las corvas de las piernas. Señala una pequeña y vieja tienda de campaña gris del Decathlon a la sombra de la parte izquierda del edificio desde la puerta del CETI; tienda que han movido recientemente para buscar la sombra. Es el que mejor habla castellano, por lo que aprovecha esta habilidad para también pedir comida a gritos. Las quemaduras en las piernas -ocasionadas por el viaje a nado, el roce del neopreno y el salitre-, ahora están tapadas con unos apósitos de gasas blancas adheridos a su piel. Otro joven vestido con camiseta de tirantas blanca y calzonas rojas también cuenta con la misma solución para sus piernas. El grupo que ha movido la tienda gris buscando la sombra está formado por cinco personas, que descansan acostados en el suelo sobre mantas y cartones. Parecen agotados.

Del segundo asentamiento, que ampliaba el primero y fue montado entre el jueves y el sábado, no quedan las tiendas de campaña pero sí mantas tiradas en el suelo del bosque al pie de la Carretera del CETI. Hay otro chaval tirado a la sombra de un árbol y de una toalla colorada de Cruz Roja enganchada a las ramas, que le sirve de parasol para descansar sobre una almohada vieja sin funda y sobre las citadas mantas.

FOTO REDUAN
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Por su parte, el estudiante de electromecánica de Rabat lleva, como todos, la misma ropa de ayer: una camisa blanca con motivos de pintura azul oscura, ya sucia con el paso de los días. Mientras se señala las manchas, pide un teléfono para informar a su familia de la situación. Asegura que piensa ir a las 8:00 de la mañana del lunes a la Jefatura Superior de Policía para obtener la filiación necesaria para el acceso al CETI.

Otro de los contrastes entre ambas mañanas del fin de semana tiene que ver con la comida de la que se alimenta el grupo. Existen contradicciones sobre si los residentes pueden sacar alimentos del CETI o no para dárselos a los asentados, pero este diario ha podido constatar la presencia de un residente vestido con camiseta de fútbol naranja que ha salido del Centro con total normalidad con un tupper de comida y se lo ha dado a un miembro del grupo de marroquíes asentados.

“Desesperación y frustración”

Ya más cerca de la puerta del Centro, un chaval con chanclas, polo gris y la chaqueta roja de un chándal del Paris Saint Germain está sentado en una silla verde oscura encontrada en la calle, más propia del aula de un colegio. Tiene 23 años y es natural de Casablanca (Marruecos). Con el chándal doblado en la rodilla derecha, cuenta que su ilusión es ir a Bilbao o a Sevilla, porque tiene amigos e incluso algún familiar en estas ciudades. Su formación profesional y cualificación es de ferrallista: aquellos trabajadores que hacen los moldes de hierro de los pilares de los edificios. Dice que podría trabajar en cualquier sitio de la Península, pero que en estas ciudades cree que le resultará más fácil por la red de contactos que ya tiene. Reconoce que no ha entrenado para el viaje a nado, ya que “muchas veces la desesperación no entiende de flaquezas, sino que, cuando tienes un objetivo tienes que llevarlo a cabo en las condiciones que se presentan”, afirma convencido. Tampoco ha podido estudiar castellano antes del viaje por la misma razón, por lo que justifica su rápida decisión migratoria: “Unas veces hay suerte, pero otras no”, reflexiona.

El hecho de no haber podido entrar aún en el CETI por su nacionalidad le provoca un sentimiento de “discriminación”, pues desde su punto de vista no debería existir este trato diferenciador ya que “todos” son “personas y seres humanos, tanto argelinos y susaharianos como los demás”, expresa. También siente “humillación y frustración” por el mencionado trato diferencial entre las distintas nacionalidades y ratifica que el grupo se encuentra además en una situación de “indefensión”, pues sus componentes no pueden hacer nada ni hablar con nadie que pueda cambiar esta situación, salvo en este caso con la prensa. A pesar de esos sentimientos, el chaval del chándal del PSG sigue siendo capaz de reírse de su propia circunstancia y de bromear con otros mientras finaliza su historia.

Continúa expresando sus causas migratorias: si en Marruecos tuviese las condiciones que tienen los países occidentales no tendría por qué emigrar, pero “lamentablemente” allí no encuentra nada que pueda favorecer su “emancipación y empoderamiento”, máxime cuando su inquietud no solo lo hizo aspiras a lograr estos objetivos en Casablanca, sino también a buscar “un futuro mejor” comparado con los habitantes de su propio país. A pesar de su “frustración y desencanto”, ve “un pequeño rayo de luz al final del túnel” que lo motiva a no pensar mucho las posibles consecuencias y el riesgo de haber hecho una travesía tan peligrosa. Para él, el viaje es un reto que, si le sale bien, “al menos” servirá para conseguir parte de su objetivo, porque “no solo es cuestión de llegar”, sino también de “mantenerse y evolucionar”. Finalmente, la conversación lo lleva a “acordarse” de los suyos, y explica que su familia está “contenta” de haber conseguido “parte” del mencionado objetivo. Para sus familiares, estar en Ceuta es también “un rayo de luz”: “Aún queda mucha carrera, pero ya estoy al menos en la línea de meta”, ejemplifica deportivamente antes de citar un viejo dicho en árabe: “Por mucho que dure la noche, siempre amanece”.

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