El Jose María García “caballa” viene de Madrid desde hace seis décadas
SOCIEDAD
Apodado ‘El madriles’, este antiguo militar con familia ceutí repasa su vida en la Perla del Mediterráneo, relacionada tanto con el servicio castrense como con la hostelería

José María García tiene 82 años, dos más que el conocido periodista deportivo con el que comparte nombre y apellido. En Ceuta se le conoce como ‘El madriles’, pues también nació, como su homónimo, en la capital de España. García prestó servicio militar en la ciudad autónoma a comienzos de los años 60, y desde entonces la sigue visitando anualmente al también estar casado con una “caballa”.
Además de su vida castrense, la hostelería ceutí ha sido muy importante para él y ha marcado su trayectoria personal, así como otros negocios que intentó montar en la ciudad, ya que en los últimos años antes de su jubilación ha sido empresario de heladerías y cafeterías en Madrid.
Aunque solo visita la ciudad autónoma una vez al año, García se considera un ceutí más, y afirma que siempre la ha llevado en su corazón a pesar de ser madrileño de origen: “Me siento como un caballa; un caballa defendiendo a Ceuta por todos los sitios”, afirma orgulloso.
Los 60 como militar
El joven José María García que llegó a Ceuta en 1963 para cumplir con el servicio militar comenzó siendo asignado a la Plaza de África, en el Parque de Artillería, donde más tarde se construiría el Parador Nacional de Ceuta.
Durante su tiempo en el servicio, fue enviado a Maestranza, un cuartel de Artillería que también alojaba al Regimiento Mixto de Ingenieros, donde empezó a trabajar como conductor. A pesar de su experiencia al volante, se quedó en la reserva mientras los otros nueve conductores fueron asignados a diferentes puestos.
Posteriormente fue destinado a Torremocha, un polvorín donde actualmente se encuentra el Club Militar Infanta Elena. Allí, un capitán médico le ofreció trabajar como su asistente personal o "machaca", como se decía entonces. Se encargaba de tareas cotidianas como ir al mercado a hacer la compra, asistir en la consulta médica del capitán o ayudar a la familia de su superior y a las mujeres al servicio de la misma.

García recuerda que su paso militar por Ceuta no estuvo exento de anécdotas curiosas, como la vez que un soldado impidió el paso por una puerta lateral del cuartel al general Prada: “Si pasa, lo mato”, lo avisó repetidamente, hasta que el cabo de guardia puso orden y disolvió la discusión. Por esta actuación y enfrentarse a su superior, el soldado fue finalmente felicitado y premiado por su disciplina.
De la misma manera, también relata cómo la estricta normativa sobre el aspecto de los soldados le costó a un capitán un castigo al haber malinterpretado una orden del general sobre el corte de pelo. Además del castigo, hubo otro divertido resultado del asunto: toda la guardia terminó rapada a cero tras haber sido reprobada por el desaliño de sus cabelleras.
Familia y negocios en Ceuta
García se casó con una “caballa de Ceuta” de apellidos castizos -Raposo y Serón- en 1965, solo dos años después de haber llegado a la ciudad autónoma para prestar el servicio militar. La pareja contrajo matrimonio en el Santuario de la Virgen de África y ha tenido tres hijos, que a su vez les han dado cinco nietos.
Uno de sus hijos es militar y tiene un hijo que se dedica al baloncesto. Otra de sus hijas trabaja en la ONCE en Madrid, además de también ayudar a García. Cuenta que a ella le ha salido recientemente una plaza para venir a Ceuta, pero que la ha rechazado porque solo le gusta vivir “aquí” en verano. Otra de sus nietas estudia cuarto de Arquitectura, mientras que otro ha terminado Abogacía. Por último, también tiene un nieto que actualmente vive en Irlanda.
Aunque José María García no reside en Ceuta, se ha empadronado tres veces en la ciudad, en un intento de establecer negocios que finalmente no prosperaron. El primero fue un intento de adquirir la heladería Ibense en la calle Real; el segundo, una licencia de taxi que no consiguió por no ser “un enchufado”; y el tercero, la creación de una fábrica de helados y hielo. En otra etapa de su vida, colaboró en la apertura de un bar en la calle Jáudenes, donde ahora está situado el conocido restaurante Esquina Ibérica. En cualquier caso, su experiencia en la hostelería le ha permitido asesorar a muchos empresarios de la Perla del Mediterráneo, por lo que el valor de toda una vida de presencia de este caballa de acogida en la ciudad es incalculable.
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