Un lugar mágico creado por nómadas vestidos de Edad Media
MERCADO MEDIEVAL
El Mercado Medieval es un evento pensado para su disfrute, pero detrás, reside el constante esfuerzo de unos comerciantes que, lejos de sus hogares, convierten acontecimientos como este en su forma de vida

El Mercado Medieval vivió ayer su segundo día, en el que se pudo apreciar una activa y numerosa participación ciudadana. Los ceutíes aprovecharon la entrada del fin de semana para realizar su visita, que, para muchas familias y amigos, ya es “inamovible”.
Muchos de los comerciantes repiten en el evento que alberga el Patio de Armas del Conjunto Monumental de las Murallas Reales, un enclave que, para ellos “es perfecto para este evento”, ya que guarda la estética propia del medievo. La inmersiva decoración está proporcionada por La Fragua de Vulcano, de Espectáculos AMB Producciones, la empresa promotora de este evento y la encargada de asignar los puestos a cada uno de los empresarios y autónomos que quieren formar parte de mercados medievales como el que encontramos estos días en la ciudad.

Como viene siendo costumbre, los ceutíes aprovechan el primer fin de semana de curso, cuando ya la mayoría de familias han retomado la rutina después de la época estival, de reencontrarse con amigos y allegados dentro de las Murallas, donde el Mercado Medieval ofrece una oferta gastronómica y de ocio que les permite pasar un buen rato de diversión, comiendo, comprando productos artesanales y llevando a los más pequeños a que disfruten de las atracciones medievales como el tiovivo de madera, el tiro con arco y las canicas.
Este evento es ya una tradición entre familias y amigos, un lugar donde encontrarse y disfrutar
Así, por ejemplo, Irene, Manuel y sus dos hijos, tienen la costumbre de quedar en la puerta de las Murallas con el hermano de esta, Alberto, su mujer, Cati, y el pequeño de la pareja, para “echar un rato en familia”, ya que “a los primos les encanta estar juntos y han pasado un par de semanas sin verse”. La familia al completo asegura que este es un evento “que ojalá no se perdiera nunca en Ceuta”, ya que, uno de los niños interrumpe, muy alegre, indicando que “se lo pasa súper bien y le encantan las espadas de los caballeros”, haciendo referencia a que, dentro, las venden en los puestos de juguetes.
Este evento, realmente, no sería posible sin todos esos comerciantes que, de hecho, tienen los mercados medievales y las ferias como forma de vida y que pasan casi el año entero, por completo, recorriendo la geografía española. En ocasiones, incluso, algunos entablan amistad entre ellos, esto debido a la coincidencia de estar en los mismos lugares y al mismo tiempo.

A media tarde del segundo día, el puesto de Ángela está repleto de interesados en sus productos. Esta sevillana que estudia de Trabajo Social y Educación Social, se encarga de durante el verano, del que, realmente, es el negocio familiar. ‘El Mago del Tenedor’, es uno de los cientos de puestos que recorren la geografía española a lo largo del año que, como en su caso, trabaja con productos artesanales. De sus propias manos nacen collares, pulseras y, la que ha sido la especialidad desde que sus padres fundaron este negocio, los accesorios en forma de tenedor. Sin embargo, como novedad, recientemente han incluido a la colección las plantas de aire.
- ¿Plantas de aire, Ángela?
- “¡Sí!, es que no necesitan sustrato para vivir”
Concretamente, estas plantas se alimentan de la humedad del ambiente. A diferencia de las comunes, no disponen de raíces absorbentes. En su lugar, utilizan pequeñas escamas llamadas tricomas, cuya finalidad es absorber agua y nutrientes del aire. Ángela explica que se pueden nutrir mediante agua mineral pulverizada sobre sus ‘hojas’ y que, al ser muy fáciles de cuidar, “son una solución original, limpia y sencilla de decorar cualquier lugar”. De soporte, y a modo decorativo, El Mago del Tenedor utiliza conchas y caracolas naturales, de todos los tamaños y formas como “terrarios”, donde habitan, a la vez que sirven de decoración.
Otro de los puestos que abarca todas las miradas es el de los encurtidos, con su expositor repleto de aceitunas de diferentes tipos, con sabor a berenjena, rellenas de queso o las de obregón al pimentón, además de pepinillos y banderillas dignas de todo amante de este manjar. También el puesto de los productos gallegos, con una gran variedad de empanadas, hogazas de pan de masa madre, centeno y cereales, que son el atractivo de los amantes del pan.
No podía faltar el puesto dedicado a las cervezas. La más interesante para los consumidores: la de hidromiel. Con toques dulces, es, para muchos, el mejor complemento a la hora de pasear tranquilamente por el Mercado Medieval.
El poder incansable de los comerciantes
Para poder vender el producto, primero hay que elaborarlo. A pesar de las horas de calor, ya que los termómetros aún no han bajado, algunos comerciantes del Mercado Medieval realizan sus preparaciones en las horas previas a la apertura del Mercado. De esta forma, a mediodía, el aceite de oliva para las patatas fritas ya se pone a punto, se empaquetan las sultanas, los barquillos y las garrapiñadas y el soplete calienta el vidrio que más tarde se convertirá en un objeto de decoración.

“Patateros de toda la vida”. Así se llaman a sí mismos los encargados del puesto de patatas fritas, ubicado en la entrada del Mercado Medieval. Procedentes de Torredelcampo, una pequeña población de Jaén, llevan viniendo a Ceuta desde el año 2007, no solo al Mercado Medieval, sino que también forman parte de la plantilla de puestos de la Feria de Ceuta, de las Fiestas Patronales, donde también incluyen en su catálogo la ‘papa asada’.
Su especialidad es la patata, pero aseguran de una calidad excepcional también es el aceite de oliva utilizado, “ya que son de Jaén”. En los últimos años la tradicional patata frita tal y como la conocemos, típica de las ferias, ha encontrado una compañera en los expositores de los puestos de “papas fritas”. Se trata de la patata rizada, cortada con una mandolina en espiral y clavada en un pincho de madera, se abre y se fríe adoptando una forma de “pirulí, que gusta mucho a los clientes”. Tienen disponibles, además, patatas fritas en bastones, con la posibilidad de añadirles salsas como mayonesa y kétchup.
Durante todo el año, estos trabajadores recorren la geografía española en lo que denominan un “modo de vida”, comparándolo con la “trashumancia” propia del pastoreo que está en continuo movimiento. “Este es nuestro modo de vida, pero a todo se adapta uno”, aseguran los torrecampeños.

Si hablamos de negocios familiares y oficios de tradición presentes en el Mercado Medieval, ‘La Barquillera’, es uno de ellos. Entre barquillos, garrapiñadas y manzanas de caramelo, esta familia chiclanera ofrece su producto desde 1972. Un negocio que, en palabras del que ahora es su dueño, viene de su bisabuelo, su abuelo y su padre y, “ahora, me toca a mí”.
"Se saca más beneficio en estos mercados, pero nosotros también pagamos un precio: estar fuera de casa"
Hasta hace unos años, ellos comercializaban con la venta al por mayor y por menor el barquillo que ellos mismos elaboraban, pero, desde hace un tiempo, estos chiclaneros confiesan que “se saca mucho más beneficio comercializando en las ferias y mercados de este tipo”, aunque, por otra parte, esto tiene un precio para ellos y es que están poco tiempo en casa. Gracias a que han prosperado, por la calidad de sus productos y cómo saben ganarse a la clientela, pueden permitirse organizarse, de forma que sí que hacen sus descansos pertinentes para retomar fuerzas y volver al ruedo.
Son unos de los comerciantes que trabajan sin descanso a lo largo de estos días de Mercado, a pesar de que el calor golpea todavía en esta época del año. Sin embargo, otro comerciante pasa aún más calor dentro de su puesto y es Marcel, que se dedica a elaborar figuras decorativas con vidrio soplado. Para poder realizarlo, debe hacer uso de un soplete, con el que funde barras de este material para darles la forma deseada.
Marcel es uno de los comerciantes asiduos en el Mercado Medieval, aunque “a causa de la pandemia y el daño que hizo posteriormente, tuvo que aparcar esta visita por un tiempo”. Ahora, vuelve con figuras decorativas que, en su mayoría, hacen la función de terrario para las famosas plantas de aire.

Con maña y mucha paciencia, además de aguantar el calor frente al soplete, Marcel moldea el vidrio. Dice que lleva ejerciendo esta profesión “muchísimo tiempo”, tanto, que ya no se acuerda, pero que lo ha aprendido con dedicación. Tanto es así que también se gana la vida en los Mercados medievales y diversas ferias, siendo un nómada más, vestido del medievo.
Artesanía, mimbre, productos apícolas y hasta de limpieza podemos encontrar en este mercado, ese que convierte las ciudades en escenarios de la Edad Media y que, en definitiva, está hecho por auténticos trabajadores.
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