Frente Sevillano, el latido que no entiende de kilómetros: El Ceuta nunca camina solo
JUGADOR Nº 12
Al frente —aunque él rehúya ese papel— está Javier Flores Ramírez. Ceutí de cuna, estudiante fuera por destino y aficionado por herencia. Su historia con el Ceuta empieza en el Murube, de la mano de sus primos hace algo menos de veinte años
La AD Ceuta tiene un jugador número 12 que no sale en las alineaciones, que no viste de corto ni salta al césped, pero que empuja, acompaña y sostiene al equipo allá donde juegue. Esta semana, ese protagonista lleva nombre colectivo y alma joven: un grupo de estudiantes repartidos entre Sevilla, Madrid, Málaga, Granada y Ceuta que han convertido los viajes en una forma de vida y el escudo blanquinegro en una bandera irrenunciable.
No son peña oficial ni buscan etiquetas. Ellos mismos lo dicen. Pero el fútbol, que siempre acaba poniendo nombres a lo auténtico, ya los bautizó hace tiempo. Fue en Cádiz donde nació el apodo que hoy les identifica en muchos campos de España: el Frente Sevillano, una marea discreta en número, inmensa en pasión.
Al frente —aunque él rehúya ese papel— está Javier Flores Ramírez. Ceutí de cuna, estudiante fuera por destino y aficionado por herencia. Su historia con el Ceuta empieza en el Murube, de la mano de sus primos, abonados de toda la vida, cuando aún era un niño que entraba al estadio sin pagar pero salía con el corazón marcado para siempre.
Con los años llegaron los primeros abonos, la preferencia, la primera fila y el salto definitivo de espectador a creyente. Y luego, la Primera Federación y los viajes. Y después, el sueño que parecía imposible: ver al Ceuta competir en Segunda División, de tú a tú, en escenarios históricos y a cientos de kilómetros del Estrecho.
Esta temporada, salvo Castellón y Albacete, el Frente Sevillano ha estado en todos los desplazamientos. Da igual si son cinco, ocho o quince. Da igual si el viaje implica avión, autobús, noches sin dormir o exámenes al volver. En Gijón, en Granada, en León, en A Coruña… siempre hay camisetas blanquinegras rompiendo la distancia.
“Ya solo estar aquí es un sueño”, resume Javier, recordando aquellas tres primeras derrotas que encendieron las dudas fuera, pero nunca dentro. Porque ellos no dejaron de creer. Ni entonces ni ahora. Y el tiempo, una vez más, les ha dado la razón.
El Ceuta compite, suma puntos y mueve afición. En los campos más lejanos, siempre aparecen 60, 80 o 100 ceutíes empujando. Una cifra que asombra, pero que emociona aún más cuando se entiende el sacrificio que hay detrás. Estudiar fuera, ahorrar, organizarse y volver a hacerlo la semana siguiente.
Ahora toca San Sebastián. Cinco del Frente Sevillano estarán allí. Saldrán desde Sevilla, recogerán a uno que baja desde Ceuta, dormirán poco y cantarán mucho. Porque así entienden el fútbol. Porque así sienten al Ceuta.
El optimismo no es impostado. Javier lo dice claro: confía en sacar siete de los nueve puntos que quedan y cerrar el año a lo grande. Incluso se permite soñar con una sorpresa en el Reale Arena. Soñar, en Ceuta, nunca fue pecado.
Y mirando más lejos, sin miedo, aparece otro anhelo: la permanencia como objetivo, pero el ‘play off’ como ilusión. Porque este equipo, como su gente, no se pone límites. Porque en León ya se cantó aquello de “El año que viene, Ceuta-PSG” que mezcla ironía, orgullo y fe.
En este viaje constante no están solos. El Frente Sevillano reconoce referentes que allanan el camino: Tomás, incansable en cada desplazamiento; César y su mujer; Santi, Pacheco; Pavarotti… nombres propios de una afición que se reconoce, se cuida y se encuentra siempre el día antes del partido.
Y, por encima de todo, el respeto y la admiración hacia quienes nunca fallan en casa: Grada Sur y Frente Ketama, el corazón del Murube, los que sostienen la llama cada domingo y hacen que los que están lejos se sientan cerca.
También hay raíces familiares que empujan. Un tío y un primo en Madrid, ceutíes en la distancia, que convierten cada partido en la capital o alrededores en un reencuentro con la tierra. Esos lazos, invisibles pero firmes, explican por qué el Ceuta no entiende de fronteras.
Este es el jugador número 12 de esta semana. Jóvenes, estudiantes, viajeros incansables. No piden protagonismo, pero lo merecen. Porque mientras haya alguien dispuesto a cruzar España para cantar por el Ceuta, este escudo seguirá creciendo.
Porque el Ceuta no se anima solo. Se vive. Se hereda. Se persigue. Y, gracias a ellos, nunca camina solo.