Luis Villalba Borrego, 43 años de fidelidad y corazón a la Agrupación Deportiva Ceuta
JUGADOR Nº 12
A la afición le lanza un mensaje claro: “Que vayan todos los domingos al campo. Y si perdemos, pues perdemos, pero hay que estar. La Segunda es muy larga y dura, y los puntos de la primera vuelta son fundamentales”
Ceuta/ Hay amores que no necesitan explicación, porque nacen con uno y se hacen inseparables. Así es la relación de Luis Villalba Borrego con la AD Ceuta FC, una historia que comenzó de la mano de su padre cuando aún era un niño, y que hoy, más de cuatro décadas después, sigue latiendo con la misma fuerza que aquel primer domingo de fútbol en el viejo Alfonso Murube.
“Mi padre fue quien me inculcó esta afición, desde muy pequeño me llevaba al campo a ver al Ceuta”, recuerda Luis con la nostalgia de quien lleva toda una vida pegada a las gradas. Primero iba “dias sueltos”, como dice él, cuando la General estaba llena de soldados Regulares. Aquellos tiempos en los que el estadio rebosaba vida, ruido y pasión.
Con los años, el amor se consolidó y el compromiso se hizo firme. “Abonado, abonado, desde el año 82”, cuenta con orgullo. Ya van 43 años, aunque en realidad lleva siguiendo al equipo desde finales de los setenta. Su vida ha estado entrelazada con las alegrías y las penas del Ceuta, porque ser caballa y ser del Ceuta es, ante todo, una lección de lealtad.
Luis trabajaba en el puerto cuando el dinero escaseaba y las pesetas había que estirarlas. “Ganaba 34.000 pesetas y, poco a poco, fui pagándome el abono. Luis Márquez me hizo abonado de palco y me ayudó con el hijo, y yo se lo fui devolviendo poco a poco”, rememora. No había lujos, pero sí había ilusión, y eso valía más que cualquier nómina.
Recuerda épocas gloriosas, como los partidos frente al Mérida, el Córdoba o aquel histórico enfrentamiento con el Málaga. “He estado en Córdoba cuatro veces”, dice, mientras sonríe al pensar en los viajes con su amigo Manolo. También revive con emoción los días duros, aquellos en los que el Ceuta “se hundió”. Porque el verdadero aficionado no se borra en las malas, se aferra aún más fuerte.
Luis no solo ha vivido el Ceuta desde el Murube; lo ha seguido por toda España. Castellón, Albacete, Santander, Valladolid, Cádiz... y ahora, de nuevo, rumbo a Córdoba. “Salimos a las seis de la mañana y regresamos el mismo día. En autocar, con la excursión, o si no, con coche y mi amigo Manolo”, cuenta con naturalidad, como si recorrer medio país por un partido fuera lo más normal del mundo.
En la gorra que lleva, una colección de pines de todos los lugares por los que ha pasado con el Ceuta. Un mapa de recuerdos, de kilómetros de carretera y de horas de ilusión compartida. Luis no necesita tatuajes para llevar al Ceuta en la piel: le basta con su gorra, su bufanda y su voz ronca de tanto gritar en la grada.
Este año está especialmente ilusionado. “El equipo está muy fuerte. Me gusta mucho el centro del campo y los laterales. Ahora con Konrad, Aisar, Koné... y Marco, el delantero que tengo en la espalda”, dice mientras se señala la camiseta. “Ya meterá goles, ya vendrán”, añade con ese optimismo inquebrantable que solo tienen los que creen de verdad.
A la afición le lanza un mensaje claro: “Que vayan todos los domingos al campo. Y si perdemos, pues perdemos, pero hay que estar. La Segunda es muy larga y dura, y los puntos de la primera vuelta son fundamentales”. Habla como quien ha aprendido que el fútbol, como la vida, es un juego de resistencia.
Cuando el Ceuta sufrió y rozó el descenso en Segunda RFEF, Luis confiesa que se le escaparon las lágrimas. “Cada domingo que perdíamos, me decía: otra vez, otra vez... hasta que ya ni sabía qué decir”. Pero nunca dejó de ir, nunca dejó de creer. Porque el verdadero jugador número 12 no se rinde, se levanta con su equipo.
De JJ Romero, el técnico actual, tiene claro lo que piensa: “Es un primera”, dice sin dudar. “Este año, aunque empezamos flojos, el equipo va a más. Está consolidado, fuerte y con hambre”. Y sonríe cuando recuerda que ahora el Ceuta es séptimo, empatado a puntos con los de arriba. “Han sido tres primeras los que nos ganaron al principio. Hay que reconocerlo”.
Luis, como tantos caballas, sueña con algo más que la permanencia. “Una ilusión nos persigue: subir a Primera División”, confiesa. Y cuenta entre risas una anécdota reciente: “El otro día, cuando acabó el partido, los chavales del Frente Sevillano, esos que estudian en Sevilla y vienen los fines de semana, empezaron a cantar ‘El año que viene, Ceuta-PSG’. Fue un espectáculo”.
Son esos jóvenes, dice, los que mantienen viva la llama. Igual que él lo hizo cuando era un chaval siguiendo a su padre al campo. “Esos niños son el futuro del Ceuta. Lo dan todo, se buscan la vida para viajar, trabajan y estudian, y ahí están, alentando sin parar”.
Si Luis tuviera que ponerse en el banquillo, lo tiene claro: “A todos al ataque. Siempre al ataque. Pero con cabeza, sabiendo jugar los tiempos”. Habla con la sabiduría que da la experiencia y el amor incondicional. Porque quien ha sufrido tantas derrotas y celebrado tantas victorias sabe cuándo hay que empujar y cuándo hay que aguantar.
Luis Villalba Borrego no ha jugado nunca un solo minuto con la camiseta blanca del Ceuta, pero ha jugado todos los partidos desde la grada. Su fidelidad, su voz, su presencia y su fe lo convierten en ese jugador número 12 que todo club necesita. El que no falla, el que siempre está, el que sigue creyendo.
Y mientras prepara su próxima escapada a Córdoba, vuelve a repetir, con una sonrisa tranquila y sincera: “Al ataque, siempre al ataque”.
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