Dolor en silencio

La noticia de la muerte de un bebé de apenas unos días en nuestra ciudad ha dejado a todos con un nudo en la garganta. No se trata de buscar responsables ni de señalar antes de tiempo, sino de reconocer la tristeza profunda que provoca un hecho así en una ciudad pequeña como la nuestra. Cuando una vida termina antes de comenzar, no hay palabras que logren explicar lo ocurrido ni consuelo que mitigue la pena.

Los vecinos hablan de discusiones, de problemas previos, de un ambiente enrarecido que ya había levantado preocupación. Pero más allá de lo que se diga en el vecindario, hay que recordar que todavía todo está en manos de la investigación policial y judicial. En momentos como este es fundamental dejar trabajar a quienes tienen la responsabilidad de esclarecer los hechos, porque solo así podremos saber qué ocurrió realmente y evitar caer en rumores que, lejos de ayudar, añaden más dolor y confusión.

Lo cierto, y lo más duro, es que un niño ha perdido la vida. Con él se apaga una esperanza, un futuro que ya no podrá ser. Queda la imagen de una calle marcada por la tragedia, de una familia rota y de una comunidad que asiste con impotencia a un suceso que desgarra. La cercanía de Ceuta hace que todo se viva de manera más intensa: lo que pasa en una casa del barrio acaba repercutiendo en todos, porque aquí todos nos conocemos de una u otra forma.

Tras el ruido, queda ahora el silencio. Un silencio que invita a reflexionar sobre la fragilidad de la vida y lo esencial que es cuidar, estar atentos, tender una mano a tiempo. Detrás de cada puerta cerrada puede haber una historia invisible que, si no se escucha, puede terminar de la forma más amarga. Mientras tanto, lo que nos corresponde como sociedad es mostrar respeto, acompañar en el dolor y confiar en que la justicia y la policía harán su trabajo para esclarecer los hechos. Porque lo que nunca debemos perder es la humanidad.