Siempre al límite

Un camión de Servilimpce y sus operarios se vieron atrapados en las inmediaciones del cementerio de Santa Catalina tras inundarse la carretera de la zona.
Un camión de Servilimpce y sus operarios se vieron atrapados en las inmediaciones del cementerio de Santa Catalina tras inundarse la carretera de la zona. | CEDIDA
EL PUEBLO
28 dic 2025 - 04:21

En Ceuta, cuando el cielo se rompe y el mar se embravece, todo sucede a la vez. Las lluvias inundan calles y viviendas, los avisos se encadenan y los bomberos salen una y otra vez sin tiempo ni para regresar a base. Y mientras la ciudad intenta achicar agua, el mar se convierte, una vez más, en la puerta más peligrosa de Europa para quienes deciden cruzarlo a nado.

Porque el mal tiempo no disuade, empuja. Decenas de personas se lanzan al agua convencidos de que la orilla está cerca y de que alguien acudirá al rescate si las fuerzas fallan. Es una escena que se repite, incluso en los peores días, cuando el oleaje y la lluvia convierten el mar en una trampa mortal.

En este escenario, la labor de los bomberos merece un reconocimiento claro y sin matices. Mientras la mayoría busca refugio, ellos entran en viviendas inundadas, desatascan alcantarillas, cortan carreteras y responden a cada llamada con la misma urgencia, aunque el cansancio se acumule. Su trabajo no suele ocupar grandes titulares, pero es clave para que la ciudad no colapse cuando la meteorología se pone en contra.

Algo similar ocurre con la Guardia Civil, especialmente con el Servicio Marítimo. Jornadas interminables, rescates continuos y una presión que no se refleja en estadísticas oficiales. Sacar personas del agua, evitar que se pierdan vidas y devolverlas a un lugar seguro es un trabajo delicado, peligroso y constante, que se hace con medios limitados y una responsabilidad enorme.

El problema es que todo esto se ha normalizado. Que la ciudad viva al límite parezca algo asumido. Se anuncian inversiones, se prometen soluciones, pero la realidad sigue mojándose cada vez que llueve y tensándose cada vez que el mar se agita. Ceuta resiste, sí, pero lo hace gracias al esfuerzo diario de quienes siempre están ahí cuando todo se desborda.

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