Cuando la Navidad duele: espacios que sostienen
La Navidad llega cada año envuelta en luces, reuniones y buenos deseos. Pero para muchas personas, estas fechas no son sinónimo de celebración, sino un recordatorio punzante de quienes ya no están. La sociedad se mueve al ritmo de villancicos, pero puertas adentro, son innumerables las familias que atraviesan estas semanas con un peso silencioso.
Por eso resulta tan valiosa la iniciativa que hoy impulsa la Asociación Española Contra el Cáncer en Ceuta con su taller “Es Navidad y faltas tú”: un espacio donde el duelo no se esconde, no se maquilla y, sobre todo, no se vive en soledad.
La propuesta de la AECC tiene algo profundamente humano: reconocer que el dolor también necesita un lugar, especialmente cuando todo alrededor parece exigir alegría. El duelo no entiende de calendarios ni de festividades, y precisamente por eso merece un acompañamiento respetuoso, profesional y cercano.
Los grupos reducidos, guiados por psicólogos especializados, buscan algo tan sencillo como esencial: permitir que quien sufre pueda decir “me duele” y ser escuchado sin prisas, sin juicios y sin la presión de “estar bien” porque es Navidad. Organizar los encuentros según el vínculo con el ser perdido —un padre, una madre, un hermano— es un gesto de sensibilidad hacia quienes encuentran consuelo en ver reflejado su propio proceso en otros. A veces la fuerza nace de descubrir que no somos los únicos intentando recomponer la vida.
La experiencia del pasado año demostró que Ceuta necesita estos espacios. Y no porque el duelo sea una enfermedad —no lo es—, sino porque enfrentarlo acompañado hace el camino más transitable. En tiempos donde la rapidez se ha convertido en norma, detenerse a escuchar el sufrimiento ajeno es casi un acto de resistencia.
Que una organización dedique profesionales, recursos y tiempo a ofrecer este acompañamiento gratuito es un recordatorio de algo fundamental: la salud emocional importa, y la empatía es también un servicio público.
Ojalá esta iniciativa inspire a más entidades y administraciones a mirar de frente a esa parte de la Navidad que no suele aparecer en las postales: la del silencio, la ausencia y la memoria. Porque solo cuando aceptamos la realidad del duelo podemos construir comunidades más humanas.
En estas fechas luminosas, celebremos también la existencia de lugares donde el dolor encuentra acogida. A veces, ese es el mejor regalo que una ciudad puede ofrecer a sus habitantes.