Orgullo en la cubierta
No todos los días un buque de guerra se convierte en escenario de emoción ciudadana. Pero eso fue exactamente lo que ocurrió en Ceuta este sábado, cuando el Buque de Asalto Anfibio Castilla abrió su cubierta para acoger la Jura de Bandera de 130 civiles. Lejos del ruido político y las diferencias, el puerto se llenó de respeto, solemnidad y un sentimiento compartido que recordaba que, a veces, la unidad se expresa con gestos sencillos: una mano al corazón, un beso a la bandera y una promesa sincera a España.
Este sábado día 1 de noviembre, atracado en el muelle “España”, el Castilla se convirtió en un símbolo flotante del vínculo entre la sociedad y las Fuerzas Armadas. El acto, presidido por el almirante general José Enrique Delgado Roig y acompañado por las principales autoridades civiles y militares de la ciudad, fue mucho más que un protocolo: fue una declaración de compromiso y orgullo colectivo. En un tiempo en el que el patriotismo parece ser motivo de debate, este tipo de ceremonias lo devuelven a su sentido más auténtico: el del respeto y la pertenencia.
Sobre la cubierta del buque, entre el brillo del sol y el rumor del mar, los participantes mostraron una emoción contenida pero profunda. Hubo jóvenes que juraban por primera vez, veteranos que renovaban su promesa y familias que observaban con el corazón encogido. En ese instante, cada beso a la enseña nacional fue una reafirmación de lo que somos: una comunidad diversa, pero unida por un mismo ideal de servicio y lealtad.
Ceuta, ciudad de mezcla y encuentro, no podía haber sido un escenario más apropiado. Su historia está hecha de fronteras y de puentes, y esa dualidad la convierte en el lugar perfecto para gestos como este. Que la Armada elija su puerto para acoger la jura no es casualidad: es una muestra de confianza y reconocimiento hacia una ciudad que siempre ha sabido mirar al mar sin olvidar su tierra.
Porque jurar bandera no es mirar al pasado, sino comprometerse con el futuro. Es afirmar, con serenidad y orgullo, que España se construye desde el respeto, el deber y el afecto. En la cubierta del Castilla, Ceuta lo recordó con fuerza: hay gestos que no necesitan palabras, porque hablan directamente al corazón.