Presupuestos a contrarreloj

Cada otoño, cuando las hojas empiezan a caer, llega también a Ceuta ese otro ritual de temporada: el de los presupuestos. Y, como casi siempre, el reloj corre más rápido que el consenso. La Consejería de Hacienda, con Kissy Chandiramani al frente, se ha puesto como meta tener las cuentas de 2026 listas antes de Navidad. Ambicioso, sí, pero también necesario si se quiere empezar el año sin sobresaltos.

El problema es que cuadrar un presupuesto no es solo cuestión de cifras. Hay que sumar voluntades, negociar con partidos de todos los colores y ajustar expectativas en un escenario nacional incierto, sin Presupuestos Generales del Estado que sirvan de referencia. En este tablero, la aritmética política cuenta tanto como la económica.

Ceuta no puede permitirse arrancar 2026 con las cuentas prorrogadas. Sin presupuestos no hay subvenciones, ni empleo estable, ni inversión pública que tire del carro. Lo dijo la consejera, y no le falta razón: sin ese marco, la ciudad se paraliza. Y eso, en tiempos de inflación y desigualdades, sería un lujo que nadie puede pagar.

Por eso, más allá de los matices partidistas, haría falta una dosis de sentido común. Que cada grupo político piense en los ciudadanos antes que en las siglas. Que el debate sirva para mejorar el documento, no para usarlo como arma arrojadiza. A fin de cuentas, los presupuestos no son del Gobierno: son de todos.

La transparencia y la cooperación deberían ser las protagonistas de este proceso. Si el Gobierno cumple su promesa y logra la aprobación definitiva en diciembre, será una buena noticia para todos. Si no, tocará volver a empezar el año con el freno de mano echado.

En Ceuta sabemos que no hay tiempo que perder. Los números son importantes, pero más lo es el mensaje: con diálogo, planificación y un poco de voluntad, se puede construir una ciudad más estable y previsible. Y eso, en los tiempos que corren, ya sería un gran logro.