Vientos de cambio

El exdiputado europeo, Jordi Cañas, junto al presidente de Ceuta, Juan Vivas, en una imagen de archivo.
El exdiputado europeo, Jordi Cañas, junto al presidente de Ceuta, Juan Vivas, en una imagen de archivo. | REDUAN
EL PUEBLO
01 dic 2025 - 01:41

El horizonte migratorio que se dibuja para 2026 en Ceuta invita, por fin, a un moderado optimismo. No porque el drama haya desaparecido —las muertes de jóvenes en la costa siguen recordándonos lo contrario—, sino porque por primera vez en años parece que Europa y España empiezan a mover fichas en la misma dirección. La activación del primer ciclo anual del Pacto Migratorio Europeo y la reciente reforma de la Ley de Extranjería están dando un respiro donde antes solo había saturación y parches.

La declaración de España como país “bajo presión migratoria”, junto a Italia, Grecia y Chipre, abre la puerta a una solidaridad más concreta y menos retórica entre socios europeos. Reubicaciones obligatorias, apoyo operativo o financiación específica podrían convertirse en un colchón imprescindible para territorios como Ceuta, que durante demasiado tiempo han soportado más de lo que les correspondía. El ambiente crispado entre el Gobierno central y comunidades autónomas reticentes no ayuda, pero al menos la UE ha empezado a marcar el paso.

Aun así, no todo es ilusión. Voces como la del ex eurodiputado Jordi Cañas recuerdan que los papeles lo aguantan todo, pero la realidad fronteriza no tanto. El pacto exige centros de screening, tecnología biométrica y espacios adecuados para gestionar las llegadas desde el minuto uno. Y mientras en grandes aeropuertos las obras avanzan, en Ceuta —según denuncian quienes conocen el terreno— no se aprecia ese mismo ritmo. Optimismo, sí; ingenuidad, no.

Ceuta, por su posición y sus circunstancias, vive con particular intensidad cada retraso, cada decisión y cada discusión burocrática. La reforma del artículo 35 de la Ley de Extranjería ya ha aliviado los centros de menores, pero el CETI continúa siendo un termómetro del que depende mucho más de lo que se dice en los discursos oficiales. La promesa de que otros países acojan parte de los solicitantes de asilo es un avance, pero queda por ver cuánto se traducirá en hechos.

2026 se acerca y la sensación es que el marco legal está casi listo, pero el engranaje aún no gira. Falta concretar cuotas, fondos, perfiles, acuerdos con países emisores y esa “condicionalidad real” que, sin nombrarlo, apunta directamente a Marruecos. Si de verdad soplan vientos de cambio, Ceuta lo notará antes que nadie. Y para una ciudad que ha vivido siempre en primera línea, que llegue algo de aire fresco ya es, en sí mismo, una pequeña victoria.

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