Ceuta cumple
Ceuta puede presumir, y con razón. Mientras en buena parte de España la dependencia se eterniza hasta rozar el absurdo, en la ciudad autónoma los expedientes vuelan: 37 días para resolver el grado y poco más de dos meses para que la ayuda llegue al bolsillo o al servicio del usuario. Frente a una media nacional que se mide en años, no en semanas, el dato no es solo bueno: es extraordinario.
El IMSERSO en Ceuta ha demostrado que la administración puede funcionar cuando hay equipo, estabilidad y una idea clara de para qué se trabaja. Un grupo profesional casi invariable desde 2007, con una atención centrada en la persona y no en el papeleo, ha logrado convertir la dependencia en un ejemplo de eficacia. Aquí no se habla solo de números, sino de personas concretas que reciben apoyo cuando lo necesitan, no cuando ya es tarde.
El contraste duele aún más cuando se mira al otro gran cajón del mismo organismo: la discapacidad. Ahí los retrasos han generado malestar y polémica, y resulta inevitable preguntarse por qué lo que funciona tan bien en dependencia no se replica en otros ámbitos igual de sensibles. Si se puede hacer rápido y bien en un lado, también debería poderse en el otro.
Además, el éxito ceutí desmonta excusas habituales. No es solo una cuestión de población envejecida o no: hay menores, revisiones constantes y una carga de trabajo real. Y aun así, el sistema responde. Con prestaciones económicas, ayuda a domicilio, teleasistencia y servicios que, además de cuidar, generan empleo y combaten la soledad.
Ceuta ha demostrado que la dependencia no tiene por qué ser una carrera de obstáculos. Ahora el reto es doble: mantener este nivel y extender la receta a otras áreas donde la espera sigue siendo desesperante. Porque cuando la administración funciona, se nota. Y cuando no, también.