En memoria de un hombre eterno, mi abuelo, Ali el Hayek

OPINIÓN

Ali el Hayek con su familia
Ali el Hayek con su familia | FOTO CEDIDA
Karima Hayek
24 oct 2025 - 20:12

Ceuta/ Nacido en 1930, en una España marcada por la guerra y la escasez, mi abuelo se convirtió a lo largo de su vida en un símbolo de fortaleza, dignidad y humanidad para todos nosotros. Su padre fue enviado a luchar durante la Guerra Civil en la época de Franco y su madre falleció cuando él era apenas un niño. Junto a su hermano, tuvo que aprender a sobrevivir sin más ayuda que su propio ingenio y su fe. En tiempos de hambre extrema, tuvo que recitar el Padre Nuestro para poder recibir comida en la iglesia de Villajovita. Así comenzó su historia, no desde el privilegio, sino desde la lucha más pura por la vida.

Vivió un gran amor imposible con una joven de Ceuta. A pesar de la profunda unión entre ambos, fueron separados por convicciones ideológicas propias de la época. De ese amor nació un hijo que fue llevado a Barcelona por la familia materna. Aunque la situación le impidió criarlo, su recuerdo permaneció vivo en él durante toda su vida.

Formó una gran familia junto a su primera esposa, con la que compartió una vida de esfuerzo, humildad y amor. Tras el fallecimiento de ella, mi abuelo volvió a contraer matrimonio y tuvo más hijos, hasta formar una descendencia de 14 hijos en total, de los cuales varios fallecieron. Cada pérdida fue un golpe doloroso, pero jamás permitió que el sufrimiento le arrebatara su fe ni su bondad.

Ali el Hayek con su nieta
Ali el Hayek con su nieta | FOTO CEDIDA

Con el paso del tiempo, mi abuelo se convirtió en el pilar de una familia inmensa, formada por más de 60 nietos, decenas de bisnietos e incluso hijos de bisnietos llevan hoy su sangre y su legado. Entre todos ellos, había un lazo especialmente significativo, compartía su cumpleaños el 21 de agosto con su bisnieta, un símbolo de continuidad entre el origen y el futuro de nuestra familia.

El año pasado enfrentó uno de los dolores más profundos de su vida, la partida de mi tía Mariam, de 28 años, una joven con síndrome de Down que era la alegría de la familia. Entre ambos existía un vínculo único, puro e inquebrantable. Ella no solo era su hija, era su compañera de vida, su luz diaria, su motivo constante de ternura. Su pérdida, debida a una negligencia sanitaria, dejó una herida inmensa en todos nosotros, y especialmente en él. A pesar del dolor indescriptible, mi abuelo la honró hasta su último aliento, con la certeza de que su luz no se apagó, sino que continúa brillando desde otro lugar.

Fue un hombre que supo sobreponerse a todas las adversidades y encontró en la paz interior su mayor fortaleza. Siempre afirmaba que el secreto de su longevidad y lucidez era mantener la mente limpia de rencor y el corazón libre de negatividad. “Un corazón en paz vive muchos años”, decía. Y así vivió en armonía consigo mismo, con gratitud por cada día y con amor hacia todos.

Ali el Hayek con una familiar
Ali el Hayek con una familiar | FOTO CEDIDA

Hay personas que marcan la vida para siempre, y mi abuelo fue una de ellas. Vivir cerca de él fue un regalo inmenso. Era de esas almas que iluminan cualquier lugar con su sola presencia, siempre alegre y creativo, con arte en las manos, sabiduría en las palabras y amor en el corazón. Hoy nos deja un vacío imposible de llenar, pero también una huella imborrable que permanecerá eternamente en nuestros corazones y en la memoria de todos los que reconocemos en él el valor de la humildad, la fe y la resiliencia.

En su vejez, fabricaba flautas y tambores con sus propias manos. Al tocarlos, no interpretaba solo música, sino que narraba su historia, compartía su alma y regalaba esperanza. Fue un hombre de luz, de conciencia y de cultura; un puente entre generaciones; un testimonio vivo de que la grandeza no está en lo que uno tiene, sino en lo que uno entrega.

Porque hubo un hombre que lo perdió casi todo, pero jamás se perdió a sí mismo. Y ese hombre fue mi abuelo.

Descansa en paz, abuelo. Nos dejas un gran vacío, pero también un legado eterno. Tu mente fue libre, tu espíritu indomable y tu luz vivirá para siempre en nosotros.

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