"Unas palabras que ofenden a quienes siempre están ahí"
Ceuta/ Por eso resulta inaceptable, y profundamente ofensivo, lo que ocurrió este pasado lunes en la Comisión de Vivienda de la Cámara Alta.
En un intercambio con Diego Madrazo, secretario nacional de Relaciones Institucionales de AUGC (Asociación Unificada de Guardias Civiles), Alfonso García Rodríguez, senador del PSOE, soltó una frase que quedará como ejemplo perfecto de desprecio institucional: "Si quieren ser considerados profesión de riesgo, tendrán que ganárselo y merecerlo."
Conviene detenerse un segundo en esa afirmación.
¿De verdad alguien, desde un escaño público, puede insinuar que la Guardia Civil no ha demostrado ya —y de sobra— el riesgo que asume cada día?
¿Puede decirlo con la ligereza de quien comenta un trámite menor, ignorando deliberadamente la realidad que miles de agentes viven, sufren y soportan?
La Guardia Civil no necesita "ganarse" nada.
Ya lo ha pagado con sudor, con sacrificio y, por desgracia, también con vidas.
Servicios humanitarios, rescates en condiciones extremas, intervención en catástrofes naturales y persecución del crimen organizado, hablan por sí solos.
Quien no lo ve, no es porque no esté a la vista, es porque prefiere no mirarlo.
Porque antes de hablar de "merecimientos", convendría recordar algo básico: la Guardia Civil es una de las instituciones más valoradas de este país.
Y lo es porque, desde hace décadas, sus miembros han mostrado un compromiso con la ciudadanía que va mucho más allá de su deber.
Y, por si el desconocimiento no fuera suficiente, parece que algunos también han olvidado una de las páginas más dolorosas de nuestra historia reciente: cientos de guardias civiles asesinados por el terrorismo de ETA.
Hombres y mujeres que salieron de casa conscientes de que ese día podía ser el último.
¿De verdad alguien, con un mínimo de respeto institucional, puede insinuar que ese riesgo no está "ganado"?
Hoy, lejos de vivir en un país sin amenazas, los agentes se enfrentan a una violencia creciente y continua.
Más de diecisiete mil agresiones sufridas por miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado durante el último año y operaciones policiales cada vez más violentas contra el narcotráfico, las mafias y el crimen organizado, pintan un panorama que ningún político serio debería ignorar.
Hay agentes que se enfrentan a delincuentes armados con fusiles de asalto, que patrullan zonas donde el Estado es la única barrera entre la ley y la barbarie, que trabajan en condiciones que muchos no resistirían ni un solo día.
Riesgos reales, diarios, que no desaparecen porque un político decida ignorarlos.
Pero desde la comodidad del sillón del Senado, algunos parlamentarios parecen creer que pueden repartir certificados de riesgo como si fueran galardones.
Esa arrogancia y desprecio institucional no solo es impropia, es profundamente injusta, ofensiva y demuestra un enorme desconocimiento de la realidad diaria de los agentes, quienes arriesgan su vida para para proteger otras.
Las palabras del senador no son un simple error.
Son un síntoma.
Un síntoma de la desconexión entre ciertos dirigentes y la realidad que la Guardia Civil afronta a diario.
Un síntoma del desprecio creciente hacia quienes sostienen, en silencio la seguridad del país.
Un síntoma de cómo algunos han olvidado que la autoridad política debería ir acompañada de respeto, y no de soberbia.
El reconocimiento como profesión de riesgo no es un capricho ni un privilegio a conceder según la simpatía del día.
Es una cuestión de justicia.
Justicia hacia quienes se juegan la vida para proteger otras.
Justicia hacia quienes han visto caer a compañeros sin que jamás se les haya oído una queja.
Justicia hacia una institución que, con sus virtudes y sus defectos, ha demostrado una y otra vez estar a la altura cuando muchos otros fallan.
Si algo deberían "ganarse" algunos responsables públicos es el derecho a hablar con respeto de quienes sí han demostrado, mucho antes que ellos, compromiso con España y sus ciudadanos.
Porque para exigir mérito, primero hay que tener memoria.