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El perdón
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El pasado 19 de octubre se cumplieron 55 años de la muerte de alguien a quien no tenemos lo suficientemente presente en la memoria colectiva de nuestro país. Miles de españoles deben, o debieron, su vida a quien veía horrorizado el conflicto que desangraba a España en la Guerra Civil del siglo XX. “Mándenme a todos los niños”, dijo el presidente Lázaro Cárdenas Del Río. La diferencia entre los niños de Morelia y los de la URSS fue el trato que recibieron en un país y en otro. En el primero, se les permitió desarrollarse como personas. En el segundo, perdieron toda conexión con sus familias y acabaron, en muchos casos, enrolados en el Ejército soviético.
A Cárdenas Del Río se le conocía por parte de los indígenas como “Tata”. Un apodo que se le concedía exclusivamente a los más sabios y venerables del clan. No era para menos: dignificó en su periodo, el primero de los sexenios, el papel de los indígenas. El Presidente Cárdenas tuvo, además, con la República española otro detalle digno de encomiar. Acogió a Manuel Azaña en la legación diplomática mexicana en Francia, ordenando cubrir el féretro del ex mandatario español con la bandera mexicana para procurar darle, así, la dignidad de un Jefe de Estado. Lo de los emigrantes españoles en México tampoco fue fácil. Que se lo pregunten, si no, a Miguel De Molina, que tuvo que irse a Buenos Aires después de que Mario Moreno ‘Cantinflas’ lo recibiera con una bomba en un teatro porque México no era país para maricones…
Revisaba la figura de Cárdenas hace un par de años tras descubrir una auténtica maravilla para los amantes de la historia: Los Sexenios, de Enrique Krauze. El periodista e historiador mexicano disecciona todos y cada uno de los periodos de los presidentes de su país desde 1934 hasta bien entrados en el siglo XXI. Y hubo algo que me apenó en el caso de México, y que me preocupó porque empiezo a observarlo en el caso de España: cada presidente hacía bueno al anterior. Sobre todo, desde Díaz Ordaz en adelante. Bien lo contaba, como parte del envoltorio de la historia, Alfonso Cuarón en ‘Roma’. México organizaba Mundiales y Olimpiadas, pero la brecha social comenzaba a agrandarse hasta el punto de hacerse insalvable. México era un gigante macroeconómico que firmaba tratados de libre comercio con EEUU y Canadá, pero el narco se había convertido ya en el dueño del país y los indígenas se levantaban en Chiapas. Era la época en la que la corrupción de décadas y las tragedias naturales se daban la mano para dar la puntilla a un país que fue un gigante con pies de barro. “La dictadura perfecta: la gente cree que está en una democracia porque vota, pero siempre gana el mismo”, sentenciaba Mario Vargas Llosa.
De ahí a los últimos tiempos. De López Obrador me contó con un buen amigo una anécdota impagable. Mi amigo, destinado a la Embajada española en la época del citado, veía todos los días “Las mañaneras”. El presidente comparecía a diario, comenzando el día, con todos los ministros ahí sentados, esperando que improvisara cualquier cosa. Si ese día Andrés Manuel tenía por capricho hablar de Agricultura -por poner- la cámara inmediatamente enfocaba al ministro de la cosa agrícola, apuntando a la velocidad del rayo y más apurado que un perro en una lancha. Un día, le tocó a uno con el que se iba a firmar un acuerdo largamente trabajado y negociado. El discurso de AMLO transcurrió en una línea completamente distinta al contenido del convenio que habían negociado durante meses España y México. Al acabar la comparecencia, mi conocido llamó al ministro para decirle que cancelaban la reunión. “No, no, firmamos a pesar de lo que dijera el presidente. Esto funciona de la siguiente manera: nosotros hacemos lo que creemos oportuno, y si el presidente pregunta, le echamos la culpa a los Reyes Católicos y a Franco. El se queda tranquilo, y nosotros seguimos trabajando. Si le hacemos caso, tenemos una Guerra Civil en seis meses”….
Desprecie usted cuanto quiera a España, siga insistiendo en que pidamos perdón porque hace quinientos y pico años se hicieron cosas de hace quinientos y pico años con la mentalidad de hace quinientos y pico años, presidenta Sheinbaum. Yo me conformo con que España tome nota del camino que México emprendió desde 1966 en adelante. Usted nos verá como malvados colonizadores, y por eso a su toma de posesión invitó a lo mejor de cada casa; yo siempre veré a México como el país hermano que tendió la mano a miles de compatriotas (entre ellos, un buen puñado de paisanos de quien suscribe) y a usted como la sucesora de uno de los mejores amigos que jamás ha tenido España. Por respeto al Presidente Cárdenas, me ahorro lo que pienso de usted.
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