Relatos vividos en el Peñón de Vélez 1983 por Ángel Ortega Romero

17 sep 2025 - 23:59

ÁNGEL ORTEGA ROMERO

Debido a la buena acogida que tuvo mi artículo publicado en este periódico con fecha 26 de mayo de 2025, sobre el accidente poco conocido y ocurrido en el Peñón de Vélez de la Gomera en 1983 y preguntarme muchos amigos y conocidos si guardaba en mi memoria algunos momentos dignos de ser recordados del Peñón en esas fechas y que no fuesen conocidos. Aunque ya acumulo 76 tacos de almanaque, la memoria no me falla.

RELATO 1 - NIÑA DE LAS QUEMADURAS

Efectuamos el relevo el 5 de abril de 1984, en este caso nos mandaba el capitán D. Antonio Ampliato Caracena, hombre de muy buen talante, comprensivo con todos los componentes del destacamento, o sea, un buen Capitán. Los mandos que recuerdo de aquel momento éramos el Sargento primero Labrador, los Sargentos Márquez, Sayago, Valle, Domingo Seco, y yo como Brigada Auxiliar. Pertenecíamos a la 6ª Compañía 2ª Tabor del grupo de fuerzas Regulares de Infantería Tetuán Nº 1. Una vez instalados y efectuado el relevo, nos dispusimos al trabajo que a cada uno nos correspondía. Las jornadas transcurrían con normalidad, hasta que un día, finalizando el mes de abril, apareció un muchacho musulmán, de unos 20 años aproximadamente, en la puerta del peñón. Portaba a su espalda una niña de unos 8-9 años, ambos venían de Cuatro Torres de Alcalá, perteneciente al municipio de Beni Boufrah, a unos 49 km del peñón. Los traía un vehículo hasta una carretera de tierra por encima del Peñón y el muchacho bajaba con su hermana a cuesta por el Cantil, por un camino de cabras, hasta llegar a las puertas del Peñón. Venía solicitando ayuda médica, porque la chiquilla se había quemado con agua hirviendo desde la cintura hasta los tobillos. Rápidamente el Capitán autorizó su traslado, el botiquín y se movilizó al ATS, sanitario y todas las mujeres disponibles. Se encontraron con un panorama dantesco, debido al tiempo transcurrido y falta de higiene. Se dispusieron a quitar con sumo cuidado las pieles quemadas con ampollas, las cuales tenían restos de plantas ya secas junto con papeles escritos con letras en árabe. Pensamos en aquel momento que pudo ser por temas religiosos. Lo más impactante de todo y que recuerdo todavía como si fuese ayer, fue la valentía de la chiquilla ante tal situación, no soltó ni una lágrima mientras le atendían poniéndole cremas y todos los relacionado con quemaduras. Se fue recuperando progresivamente durante un tiempo, pues el Capitán, con muy buen criterio, autorizó al Sargento Primero Labrador, responsable de víveres y cocina, suministrarles comida mientras duraba todo el tratamiento, así como al ATS suministrarle todos los medicamentos relacionados para las curas de quemaduras. Las quemaduras mejoraron muchísimo, pero el problema surge cuando deciden ponerla en pie. Había estado todo el tiempo con las piernas abiertas sin poder cerrarlas, por lo que había perdido parte de la musculatura así como su movilidad, por lo que había que enseñarle a andar y se le dio instrucciones al hermano de cómo realizar su rehabilitación para recuperar la normalidad. Nos dieron las gracias por los cuidados recibidos, eran personas pobres y nos rompió el corazón cuando la vimos con su hermano portándolo a su espalda subiendo por los riscos. El Peñón para ellos fue como una luz en la oscuridad, hoy día la niña tendrá 50 años de edad

RELATO 2 - EL RINCÓN DE ESPAÑA

Por estas fechas se encontraba con nosotros el Capitán Pater de Regulares, D. Emilio Fernández Sotelo, que venía periódicamente para hacer estudios arqueológicos. D. Emilio, gran arqueólogo, con muchas publicaciones como “Las murallas romanas de Ceuta “ y sobre la “Basílica tardorromana en Ceuta“ o “Los siglos medievales en la arqueología Ceutí“, entre otros. Se propuso hacer con restos de ladrillos y cantos rodados, una plaza que llamó “Rincón de España”. En medio construyó un monolito de ladrillos y una placa con el epitafio “A los que vivieron en esta roca solitaria y en sus profundidades huecas duermen“. Hacía trabajar mucho a todo el mundo y decía que trabajando mucho no se tenían malos pensamientos y claro, llevaba mucha razón, lo recuerdo con cariño. Era gallego de nacimiento, muy listo y de carácter fuerte, pero una buena persona que a veces también se reía, claro. D. Emilio tenía una visión de la historia sorprendente, en el Peñón, cada rincón resumaba tragedias tanto como presidio que fue como hambrunas, epidemias, ataques en alguna ocasión. En el año 1815, el alcalde tuvo que soltar a 150 confinados por no poder subsistir con los víveres de que se disponían y en Ceuta tiempo después, fue nombrado Director del museo arqueológico, bien ganado el puesto, por supuesto.

RELATO 3 - CEMENTERIO PEÑÓN VÉLEZ

Después de todas las historias y leyendas conocidas, la más importante para mí, fue la que voy a relatar a continuación. Todos los que pasamos por la roca y no contada, sino vivida, son los lamentos y suspiros que se escuchaban dentro de esta roca solitaria, sobre todo en invierno. Hay que situarse, sobre todo a las 22:00h de la noche, momento en el que se apagan los motores electrógenos que dan luz a todo el Peñón, oscuridad absoluta, temporal de Levante, con fuerte lluvia y relámpagos que iluminan el cementerio con sus tumbas blancas. Los relevos de centinelas y patrullas con faroles belgas para no caer por los acantilados y llegar hasta San Sabino, que es la parte más alta. La oscuridad de la noche contrasta con la luz de los faroles. Se marchan los componentes de patrulla y relevo y queda solo en su garita el centinela, 2h interminables de puesto, escuchando unos sonidos que te dan “gindama”. Los sonidos producidos por las oquedades que con la subida y bajada de la marea producían unos sonidos escalofriantes, como si fueran lamentos o suspiros, haciéndose la noche interminable, hasta que se ve llegar una pequeña luz del relevo, que tranquiliza el alma. De vuelta al cuerpo de guardia, un potente rayo ilumina el cementerio con sus tumbas. En ese momento me puse a pensar lo que escribió el poeta sevillano Gustavo Gustavo Adolfo Bécquer “dios mío, que solo se quedan los muertos“.

Terminado mis relatos, recordando al periodista y cronista de Gijón José Luis Navazo, gran conocedor de Marruecos fallecido en 2019 y con grandes amigos en Ceuta, terminaba sus crónicas y artículos con una frase que decía “bueno que seáis felices“ y yo digo: “AMÉN”.

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