COLABORACIÓN
“La Flotilla de la vergüenza 2.0”
SHINBONE STAR
Imaginen, por un momento, que usted es el próximo presidente del Gobierno. Y se encuentra con el siguiente panorama: España debe hasta de callarse, no hay dinero para garantizar las pensiones, comprar una vivienda con menos de 40 años se ha convertido en una hazaña y, si ya el problema de la despoblación era grave, después de que unos cuantos desalmados (no voy a escribir hijos de puta por respeto al sufrido gremio de las caminantes nocturnas) prendieran fuego a media Castilla y León, Asturias y Galicia, ahora es inabordable. Súmenle a eso las corruptelas de aquí y ahí (no se lo crean: siempre es una conspiración judeoperiodísticojudicial para apartar a España de la senda de luz que nos ofrece el presidente de turno) , un par de problemas territoriales, una energía que pagamos a precio de oro por que llevamos años jugando a la ruleta rusa con el cargador lleno de balas.Mezclen, agiten y les entiendo si lo primero que le pide el cuerpo en este ejercicio de política ficción es echar a correr parafraseando a voz en grito a Estanislao Figueras.El presidente de la Primera República dimitió, simplemente, “porque estoy hasta los cojones de todos nosotros”.
El panorama es este, al que podríamos sumar las transferencias en Sanidad y Educación, autonomías que en vez de agilizar la administración y acercarlas al ciudadano han asumido mastodónticas estructuras de Estado o un papel poco relevante en la esfera internacional. No, no hemos sabido gestionar bien el ‘boom del 92’. Aquello fue, y bien que me duele escribirlo, flor de un día y el principio del declive de un país que no llamaba a, sino que tiraba a patadas, las puertas del progreso y la modernidad.
Pero no es de nada de esto de lo que les quiero hablar, sino de cierta tendencia que me preocupa en los últimos días. En ese teatro del mundo en el que todo el mundo cabe (ahorro la búsqueda en Google: la frase era de Calderón de la Barca) en el que se ha convertido la red social del pajarito o aquella otra de los bailes y la harina en la pandemia, aparece con fuerza. Aquello de que los viejos cobran demasiado y que mantenerles es demasiado costoso para los jóvenes de hoy.
Puedo entenderlo si alguien tiene algún interés profesional, o si viene de un sesudo estudio sobre el comportamiento de las cifras y detalles. Pero de gente joven con veintipoco años, sinceramente, me duele verlo.
Ese viejo que cobra demasiado es el que se ha reventado a trabajar, chavalería, para que vosotros y nosotros tengamos algo decente en la vida. Ese viejo que cobra 2.000 euros es, en muchos casos, tu propio abuelo: el que para que tu hayas podido estudiar y tus padres trabajar no ha dudado en renunciar a un descanso bien merecido. En dejar de trabajar y tener obligaciones laborales han pasado años de guarderías, colegios, extraescolares y fines de semana. Ese viejo al que ves como una sanguijuela es el que abrió las puertas de su casa, preparó un par de colchones y una cama tras que tus padres se divorciaran, porque es imposible acceder a una vivienda. Esa vieja que impide que tus sueños se cumplan es la que se ha desvelado, precisamente, para que los puedas hacer realidad. Es la misma que a su edad tuvo que aprender como funcionaba Youtube, volver a leer cuentos a la vera de la cama décadas después o aguantar el tirón para que tu fueras a un cumpleaños mientras tus padres trabajaban o, a lo mejor, se habían dado una escapadita romántica. Por cierto: de la que tus padres sean de mi edad, están a punto de ser, también, los viejos que te roban. Y si me apuras, esos mismos viejos a los que ves como un estorbo porque cada día viven más pueden ofrecerte un último favor ofreciéndote una salida laboral porque cada vez necesitamos más cuidadores. No lo tienes fácil: lo se. Nunca ha sido sencillo eso de buscarse la vida, te lo digo por experiencia Pero busca los culpables, y las soluciones, en otro lado. Igual lo procedente es bajar determinados impuestos para generar actividad económica: para gastar dinero, lo primero es tenerlo. O, ya puestos a dar soluciones simples y cortas, más que el sistema de pensiones me pueden sobrar el Senado, las Diputaciones Provinciales y un buen puñado de instituciones cuya utilidad pueda ser equiparable al cenicero de una moto. Por poner.
Post Data (verídica): Ella miraba, expectante, en la puerta esperando a que vinieran sus padres. El personal de la residencia la convenció de que hacía frío, y de que sus padres vendrían más tarde. “Vale, pero avisadme que los quiero ver”. Tiene casi noventa años. Al parecer, no merece una pensión…
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