La familia que salva vidas en Ceuta desde hace 25 años

Aniversario del 061

Los casi 40 profesionales que conforman el 061, que vivió ayer sus bodas de plata, conjugan “empatía”, “tolerancia” y “disciplina” para cuidarse como equipo y ofrecer así la “mejor atención” a sus pacientes

Dos enfermeros, una teleoperadora, un médico y una administrativa del 061 de Ceuta posan en el Centro Coordinador de Urgencias
Dos enfermeros, una teleoperadora, un médico y una administrativa del 061 de Ceuta posan en el Centro Coordinador de Urgencias | Reduan Dris

Ceuta/ Era un domingo del año 2000 cuando el recién nacido 061 de Ceuta recibió el primer aviso en el que trabajó el enfermero Víctor Ríos. Corrieron a atender a una señora en parada cardiorespiratoria. Al llegar a ella descubrió que se trataba de una compañera. Recuerda que estaba sudorosa, aunque consciente. Lograron estabilizarla y la introdujeron en la ambulancia para llevarla al hospital, que era entonces el de la Cruz Roja. En el trayecto, la mujer se incorporó en la camilla, dirigió la mirada hacia el sanitario ceutí y le lanzó una frase que, 25 años después, lleva grabada a fuego: “Me muero”. Y murió, aunque lo intentaron todo para reanimarla. Era su primer servicio y reconoce que llegó a plantearse renunciar. No lo hizo, y gracias a ello, ahora puede decir a sus hijas: “Vengo a trabajar y encima me pagan”.

Ríos, uno de los fundadores del 061 en Ceuta, se confiesa de esos que ostentan el “privilegio” de tener un trabajo que le apasiona, rodeado de compañeros que son ya “una familia”. Este jueves, el servicio celebró sus bodas de plata con un almuerzo íntimo en el Hospital Universitario de Ceuta (HUCE), y el enfermero acudió uniformado con el polo y el chaleco de la unidad, que también se colocó su compañera Begoña Martínez para asistir al convite. La coordinadora del servicio tampoco estaba de guardia, pero la tradición que los reúne a todos cada 6 de noviembre la empujó un día más a Loma Colmenar, donde, a eso de las 14:30h de ayer, ya se había calmado la ansiedad hospitalaria de las jornadas matutinas en días laborables.

Olía a comida recién elaborada en el Centro Coordinador de Urgencias, en cuyos estrechos pasillos botaba el sonido de las risas que compartían aquel mediodía sus moradores habituales. En el espacio que sirvió ayer para conmemorar un año más de vida trabajan y conviven los profesionales a cargo de recepcionar las llamadas y gestionar los recursos necesarios para darles respuesta. El 061 cuenta con otro equipo, el de las Unidades Móviles Asistenciales, formadas por las ambulancias y el personal a cargo de asistir las emergencias. Ambas divisiones están separadas físicamente. Si el Centro Coordinador se emplaza junto a la cafetería, en un espacio inicialmente proyectado para funcionar como guardería, la base de los que salen a la calle se halla anexa al Hospital de Día, en unas instalaciones que, al idear el nuevo hospital -inaugurado en 2011-, debía servir de morgue.

Es en la base donde pasan las horas los dos enfermeros, que se hicieron con la plaza en el servicio cuando rozaban los treinta, hace 25 años. No son los únicos que continúan en el equipo desde sus orígenes. También los médicos Abdelghani El Amrani o Fernando Pérez Padilla. Y la teleoperadora Himo Mohamed. O la administrativa Julia Bendayan, actual secretaria del Centro Coordinador. La asistencia urgente a la ciudadanía ceutí está garantizada gracias a una plantilla de 15 sanitarios del INGESA -10 médicos y 5 enfermeros, más la administrativa-, 16 técnicos de emergencias, de la empresa adjudicataria del contrato de transporte terrestre, Tenorio, y 7 teleoperadores, de la empresa Eulen.

Hay ocasiones en las que tardamos 30 o 40 minutos porque coincidimos en varias urgencias. Necesitaríamos más recursos para evitarlo

Todos ellos trabajan en turnos de 12 o 24 horas. Horas, en ocasiones, “muertas”, y otras de intenso trabajo. En las primeras, conversan, ríen, discuten, se consuelan o se aconsejan, siempre con “tolerancia y empatía”, la clave para, según Martínez, cuidarse como equipo frente a las “muchas horas” que pasan juntos. En las segundas, actúan con conciencia y “disciplina”, cada uno centrado en su rol, que se esfuerzan por desarrollar “de la mejor manera”. “Y eso engancha. Esto es importante, porque la mitad de nuestra vida está en el trabajo, y, si no estamos enganchados a él, mal. Yo, afortunadamente, puedo decir que sí, que es vocacional y que no me veo en otro sitio”, se sinceró la enfermera, quien, tras años de experiencia en Atención Primaria y en cuidados intensivos, se lanzó a presentarse al proyecto embrionario del 061 ceutí solo para ganar “estabilidad laboral”, cansada de contratos temporales. No sabía entonces que acabaría adicta a la “incertidumbre”, el “miedo” y la “adrenalina” de las ambulancias. Unas con las que se le permite acceder a “la parte más íntima de las personas”, que son sus casas.

El 061 ha gestionado más de 400.000 llamadas en estos 25 años, atendiendo más de 37.000 incidentes con su Unidad Medicalizada de Emergencias (UME), con un médico, un enfermero y dos técnicos de emergencias, y casi 100.000 con la Unidad de Soporte Vital Básico (SVB), con dos técnicos, según los datos ofrecidos por el Instituto Nacional de Gestión Sanitaria (INGESA). Tan solo cuentan con esos dos vehículos, lo cual incrementa la importancia del trabajo de triage que realizan en el Centro Coordinador, donde deben decidir qué ambulancia envían al terreno sabiendo que, con su elección, están dejando sin el recurso a posibles urgencias que puedan surgir una vez se marche. De ello se encarga el médico, pero es otra la categoría que se enfrenta en primer lugar al miedo de la gente.

La primera voz

“Yo soy la primera voz que escucháis cuando llamáis al 061. Pedimos empatía con el teleoperador. Que tengan paciencia, que si hacemos diez preguntas es por su bien, no porque no queramos atenderles”, expresó con los ojos bien abiertos y tono suplicante la teleoperadora Himo Mohamed, que pertenece al servicio desde sus inicios. Este jueves estaba, como de costumbre, sentada en una de las mesas del salón donde se reciben las llamadas, frente a una enorme pantalla de ordenador donde permanecía vigilante de las posibles alertas. Dedicó unos minutos a conversar con El Pueblo de Ceuta para reconocer que entrar en el 061 ha sido “lo mejor” que le ha pasado “en la vida”.

La teleoperadora del 061 Himo Mohamed este jueves, de servicio
La teleoperadora del 061 Himo Mohamed este jueves, de servicio | Reduan Dris

Ella recepciona las llamadas, toma los datos que le aportan los alertantes y los comparte con el médico, que decide qué recursos emitir. Pero, sobre todo, mantiene la calma. Tiene que hacerlo ya que al otro lado de la línea tienden a actuar ante el pensamiento de que su urgencia es “la más importante”, lo cual le resulta comprensible. Para preservar el sosiego fue formada Mohamed, como el resto de sus compañeros, al acceder al equipo. Resaltó la sorpresa que muestran los ciudadanos cuando ésta les pregunta el DNI de la persona afectada. Y explicó que se hace para que, con el dato, el médico pueda acceder a la historia clínica del paciente y, con ello, “hacer un buen trabajo” de valoración del posible estado en el que se halla y consecuente selección de los recursos necesarios.

Antes de embarcarse en las emergencias, trabajaba para INGESA. Al igual que Ríos y Martínez. O como la secretaria del 061, Julia Bendayan, a quienes sus compañeros identificaron como la persona “que mejor conoce el servicio y a la plantilla”. “Pero no solo profesionalmente, eh. También en lo personal”, matizó la administrativa, que este jueves no podía soltar la sonrisa que también lucía en los rostros de los enfermeros y la operadora. “Es que estoy todos los días aquí con ellos. Cada uno tiene sus problemas, y todos vienen a contarlo. Entre todos intentamos ayudarnos”, explicó. Para ella, en ocasiones, las dos sedes del 061 se convierten en “gabinetes psicológicos”, donde los miembros de la “familia” se escuchan y se consuelan ante lo que viene, que, a veces, son “situaciones catastróficas”.

Julia no olvida el día que sus compañeros sanitarios salieron a asistir una emergencia por un paciente psiquiátrico y acabaron siendo agredidos por él. Tanto la enfermera como el médico y el técnico, siendo este último el más perjudicado. Ante aquella ocasión y otras similares, la administrativa reconoce sentir “mucha impotencia”. “Te quedas con la inquietud, preguntándote cómo lo estarán pasando y qué puedes hacer para echar una mano”, afirmó. “Nosotros, desde que salen a la calle hasta que nos dan los códigos de que han dejado al paciente en el hospital, estamos en tensión, preocupados. A veces hemos tenido que llamar a la Policía para que estén protegidos. Nosotros lo pasamos mal aquí. En el Centro Coordinador se pasa mal”, continuó la secretaria, a la que actualmente se le antoja complicado tratar de imaginarse cómo era Ceuta antes del 061. “Yo estoy aquí y veo que las llamadas se reciben como churros. No sé qué se haría hace veintitantos años, sin tener el servicio”, confesó Bendayan. Se pregunta qué era de las personas mayores, que a veces hacen uso del equipo al carecer de otros recursos para levantarse.

“Soy rápida, pero también me considero una persona muy reflexiva. Pongo por encima el temple y la reflexión a la rapidez. Cuando empecé no, pero ahora me tomo mi tiempo. Y creo que aporto mucho más”

El día rememorado por la administrativa, cuando sus compañeros fueron agredidos por un paciente al que pretendían ayudar, el personal de las unidades móviles sufrió impactos físicos, pero también uno psicológico. Aun así, ninguno de ellos se dio de baja. Ni siquiera el técnico de emergencias, cuyo rostro mostraba las consecuencias de la violencia ejercida en su contra. A los técnicos se refirieron Begoña Martínez y Víctor Ríos para explicar sus procesos de aprendizaje en los inicios del servicio, cuando imperaba el desconocimiento sobre lo que debían hacer y cómo debían actuar. Tenían los conocimientos que ofrece la formación que todos ellos recibieron, pero les faltaba la calle que le sobraba a los técnicos, que en el 2000 llevaban ya años trabajando en ambulancias. Por entonces no tenían el título que actualmente ostentan, y sus funciones se limitaban en exclusiva al transporte. Sabían cómo “moverse en la calle y en los domicilios”, y transfirieron sus conocimientos a los sanitarios acostumbrados a las plantas de los hospitales y las consultas de los centros de salud.

Las emergencias

“Trabajar en la calle es muy diferente a estar entre cuatro paredes. En el hospital tienes a tus compañeros. Si coges una vía y fallas tienes apoyo. Pero en esto estás tú solo”, reflexionaba Víctor Ríos a las puertas del Centro Coordinador, junto a su compañera, resguardados ambos del discreto sol de noviembre al mediodía. Solos estaban los profesionales del 061 el 2 de marzo de 2010, cuando una explosión en la entonces en construcción prisión de Fuerte Mendizábal dejó una decena de heridos. Para los sanitarios que acudieron al lugar -antes que cualquier cuerpo de seguridad-, lo que vieron allí era “una escena de guerra”. La explosión resquebrajó las piedras de la zona, que salieron despedidas como metralla cubriendo con sus guijones los vehículos de alrededor e impactando en los trabajadores que aquel día defendían una jornada ordinaria. La lluvia y el consecuente barro potenciaron la imagen caótica del escenario.

Las ambulancias no podían llegar a la zona, y los médicos, enfermeros y técnicos tuvieron que abandonar el lugar en coches de protección civil y la benemérita. Aquel día tuvieron que activar todos sus recursos, al igual que el 30 de septiembre de 2005, que también recuerdan bien Begoña y Víctor, cuando cinco personas migrantes murieron durante un intento de cruce masivo desde Marruecos de unos 600 subsaharianos. Ambas vivencias forman parte de la lista de “recuerdos impactantes” que todo profesional de las emergencias guarda en su mente, pero, tras 25 años de experiencia, Begoña Martínez no piensa en ellos si le preguntan por momentos clave de su carrera.

Los enfermeros del 061 Begoña Martínez, coordinadora del servicio, y Víctor Ríos
Los enfermeros del 061 Begoña Martínez, coordinadora del servicio, y Víctor Ríos | Reduan Dris

Cree que el momento “de madurez” que atraviesa actualmente la lleva a quedarse con “los pequeños detalles”. Como el señor al que atienden en casa tras sufrir un infarto y que, una vez estabilizado en la ambulancia, comienza a charlar con ellos “tranquilamente” y acaba dándoles las gracias. O la señora a la que encontraron sin poder moverse por una fractura que le provocaba un dolor insoportable que ella y sus compañeros pudieron aliviarle. “Nuestro servicio está ahora en ese estado de madurez, y disfrutamos más esos pequeños detalles e intentamos dar lo mejor cada día, sin que tengamos que vivir un accidente súper aparatoso”, resumió. Esa “madurez”, reconoce, la ha trabajado con el tiempo, que, pese a dedicarse a un servicio tan apremiante como el 061, le han conferido “templanza”. “Soy rápida, pero también me considero una persona muy reflexiva. Pongo por encima el temple y la reflexión a la rapidez. Cuando empecé no, pero ahora me tomo mi tiempo. Y creo que aporto mucho más”, meditó provocando gestos de aprobación en su compañero.

Víctor Ríos cuenta que solía ser “una polvorilla”. A veces llegaba antes que el resto del equipo a los sitios. Hasta que logró cambiar las prisas por “tranquilidad” y “paz interior”, que ahora le facilitan el trabajo “con la gente”, que cuando requieren de su ayuda suelen estar atrapados por los nervios y, en ocasiones, recurrir a los “gritos” y los “insultos”. “En el equipo solemos hablar mucho sobre absorber el caos. Todos en este servicio somos responsables de absorber el caos -reflexionó Martínez-. Desde el teleoperador que recibe la llamada hasta los que llegamos a un incidente y debemos hacer oídos sordos y trabajar la tranquilidad. Eso es absorber el caos”.

El equipo de la UME del 061 de servicio el jueves, compuesto por un médico, un enfermero, dos técnicos y una estudiante
El equipo de la UME del 061 de servicio el jueves, compuesto por un médico, un enfermero, dos técnicos y una estudiante | Reduan Dris

Lo que siguen necesitando

Mientras los enfermeros charlaban con este periódico, la UME se detuvo frente a la parada de taxis del HUCE. El equipo de guardia acababa de llegar de un aviso recibido pasadas las 14:30h. El médico, el enfermero, los dos técnicos y una estudiante de Enfermería abandonaron el vehículo para dirigirse al Centro Coordinador, y no a la base, como suelen acostumbrar. El de ayer era un día especial. Uno que no querían oscurecer con protestas, pero que, sabían, debían aprovechar para recordar lo que sigue necesitando un servicio que desde hace 25 años salva vidas en Ceuta y desde hace 25 años “no ha crecido” en cuanto a recursos y derechos laborales. Los profesionales del 061 de la ciudad autónoma son los únicos de INGESA que, trabajando de noche y festivos, no cobran los pluses de nocturnidad y de festivos. Ello debido a que pertenecen a Atención Primaria.

Llevan décadas reclamándoselo al Instituto Nacional de Gestión Sanitaria, que se escuda en su limitado arco competencial y apunta a su superior: el Ministerio de Sanidad. En noviembre de 2024, tres enfermeros del servicio denunciaron a la administración por esta situación laboral. El caso está en manos de la Audiencia de Sevilla. Por otro lado, llevan desde el 2000 con los mismos recursos materiales. “La ciudad mantiene una población similar, pero la experiencia demuestra que cuando un servicio se consolida y la población lo conoce, la demanda aumenta”, explicó Martínez.

Según apuntó, el equipo llega a situaciones en las que se superponen varias emergencias y no siempre se puede dar respuesta inmediata. “Hay ocasiones en las que tardamos 30 o 40 minutos porque coincidimos en varias urgencias. Necesitaríamos más recursos para evitarlo”, lamenta. Desde el inicio del servicio, Ceuta quedó fuera de los acuerdos nacionales que han ido mejorando las condiciones laborales del personal sanitario en otras autonomías y servicios estatales de emergencias. “Somos un servicio pequeño dentro del Ministerio de Sanidad. Entendemos que en número somos insignificantes, pero eso no debería impedir que se nos apliquen las mejoras que ha habido en el país”.

La enfermera Begoña Martínez y el médico Abdelghani El Amrani en una foto cedida
La enfermera Begoña Martínez y el médico Abdelghani El Amrani en una foto cedida | Cedida
Profesionales del 061 en una foto de archivo
Profesionales del 061 en una foto de archivo | Cedida

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