El bienestar de los mayores, zona de combate para los servicios de Cruz Roja

Intervención social

La organización humanitaria ha atendido a 1.200 personas de más de 65 años a través de sus programas contra el maltrato o la soledad no deseada, entre otros

El equipo del Área de Mayores de Cruz Roja posa con sus usuarias María y Beatriz
El equipo del Área de Mayores de Cruz Roja posa con sus usuarias María y Beatriz | El Pueblo
Anselmo F. Caballero
02 dic 2025 - 10:01

ceuta/ Más de 6.500 ceutíes superan los 65 años, lo que representa casi el 8% de la población de la ciudad. De ellos, 2.916 son hombres y 3.645, mujeres. Las personas que se encuentran en esta etapa de la vida advierten nuevas amenazas que se ciernen sobre su bienestar. Los mayores se enfrentan a un creciente edadismo, a la ruptura de la identidad que pueden llegar a experimentar tras la jubilación, a la desorientación social ocasionada por la brecha digital o a la necesidad de garantizarse unos cuidados que no precisaban antes. Ser mayor multiplica las necesidades y requiere del desarrollo de nuevas habilidades. Envejecer es una aventura que en no pocas ocasiones exige contar con el apoyo de aliados.

Este es el terreno en el que el Área de Mayores de Cruz Roja de Ceuta trabaja desde hace años. Los profesionales y voluntarios de la organización humanitaria procuran a los mayores ceutíes acompañamiento emocional, orientado al afianzamiento de vínculos interpersonales, diseña actividades para propiciar el fomento de la participación social y facilita el acceso a la tecnología con el propósito de permitir la superación de la brecha digital. Un frente de combate en el que nunca se descansa.

La soledad no deseada es un mal cotidiano para muchas de las personas que en España han alcanzado ya los 65 años. Según recientes estudios, se estima que más del 25% de los españoles habrán superado esa edad en 2030. “Por desgracia, existe mucha soledad entre los mayores, algo que se da más entre mujeres que en hombres –explica la psicóloga del Área de Mayores, María Jesús Medina- Ellas son más longevas, y de pronto se encuentran con que sus maridos han fallecido y sus hijos tienen ya su propia vida: este es un grupo de personas a las que la sociedad tiene un poco abandonado”.

Para atacar esta soledad no deseada y cubrir un vastísimo catálogo de necesidades, el Área de Mayores mantiene activos un gran número de programas de intervención social, iniciativas que este año han atendido a 1.200 usuarios y generado 27.651 intervenciones. “El objetivo que perseguimos es que nuestras personas mayores se sientan escuchadas, que nos tengan a nosotras como referentes de apoyo pero también que creen vínculos entre ellas –apunta la trabajadora social de Cruz Roja Macarena Verdugo- Se ha conseguido que personas que estaban prácticamente confinadas en sus casas hayan creado amistades con las que salir a tomar un café”.

Los programas de Cruz Roja están financiados a través del apoyo que ofrece la Consejería de Sanidad y Servicios Sociales y los recursos que proporciona el 0,7% del IRPF de la Ciudad. Además, la organización humanitaria cuenta también con la ayuda de la Fundación Amancio Ortega para el desarrollo de su programa “Enrédate” contra la soledad no deseada.

“Enrédate” es una iniciativa que tiene por objetivo generar vínculos de apoyo y redes sociales para ayudar a los mayores a abandonar su aislamiento social. En este empeño, el personal de Cruz Roja organiza acompañamientos psicológicos y salidas para compartir actividades en grupo, unas prácticas comunes a todos los programas. Además, la Fundación Amancio Ortega proporciona 155 dispositivos de voz, recursos fáciles de usar que se instalan en los hogares como medio de apoyo para amortiguar los efectos de la soledad y ayudar al acceso a la tecnología de los mayores.

Cruz Roja también promueve el programa Salud Constante, orientado a fomentar los hábitos de vida saludables entre la población mayor, además de otras iniciativas como las dedicadas a potenciar la autonomía personal, a trabajar en la sensibilización social sobre el buen trato a los mayores, a procurar atención a personas cuidadoras y a facilitar ayuda a domicilio complementaria mediante el préstamo de artículos como andadores, sillas de ruedas o camas articuladas.

De todos estos programas, el de teleasistencia es el que alcanza a un mayor número de personas. A través del “botón rojo”, los usuarios permanecen en contacto con los operadores del programa, a los que pueden alertar en caso de emergencia. “Estamos pendientes de los mayores, les llamamos para ver cómo se encuentran y también les felicitamos en el día de sus cumpleaños”, explica Verdugo.

Una usuaria de los talleres de Cruz Roja
Una usuaria de los talleres de Cruz Roja | El Pueblo

Maltrato y síndromes del abuelo esclavo y el cuidador quemado

Una de cada seis personas mayores de 65 años sufre en el mundo algún tipo de maltrato o abuso, según datos de la Organización de las Naciones Unidas. Cruz Roja atendió el año pasado en toda España a 2.232 mayores en situación de maltrato, de las cuales el 85% eran mujeres. “Son las más susceptibles de sufrir maltrato, y cuando hablamos de maltrato lo estamos haciendo de violencia de género, institucional, sanitaria...”, explica la trabajadora social Cruz Roja, Macarena Verdugo.

Estas violencias no resultan siempre explícitas, sino que, en ocasiones, adoptan la forma de prejuicios y estereotipos asumidos socialmente. “Sucede cuando les decimos a nuestros padres: no hagas esto, que eres mayor -continúa Verdugo- Muchas veces no nos damos cuenta de que ser mayor no significa que no puedas tomar decisiones sobre tu vida”.

En ocasiones, el edadismo adquiere la forma del síndrome del “abuelo esclavo”, descrito como una relación entre hijos y padres caracterizada por una dependencia abusiva que convierte en víctimas a los mayores. Lo sufren los abuelos que se hacen cargo de los nietos a costa de dejar de lado su vida personal para atender las necesidades cotidianas de sus hijos.

El entorno encargado de garantizar el bienestar de la personas mayores tampoco sale indemne del coste que comporta asumir una labor que resulta de un incuestionable valor. Las personas cuidadoras, para cuya atención Cruz Roja mantiene activo un programa, suelen ser víctimas del “síndrome del cuidador quemado”, que se manifiesta como un estado de agotamiento físico, mental y emocional derivado de las exigencias derivadas de la atención a la persona dependiente. “Muchas cuidadoras llegan a desarrollar una fobia característica, que es el miedo a salir de casa”, asegura la psicóloga María Jesús Medina. Este trastorno trae consigo problemas físicos, emocionales (ansiedad, depresión), sociales y cognitivos (dificultad para concentrarse, sensación de vacío).

María y Beatriz, usuarias

Beatriz Bueno y María García son dos usuarias de los servicios que ofrece Cruz Roja a los mayores ceutíes. Ambas viven solas desde que enviudaron hace unos años, aunque mantienen su independencia y cuentan con el apoyo y el cuidado de sus hijos. Las dos octogenarias tienen en común su origen malagueño. Beatriz nació en Colmenar. María, en Tebas. Las dos, sin embargo, se encuentran asentadas en Ceuta desde hace más de siete décadas.

María García y Beatriz Bueno, en las dependencias de la Asamblea Local de Cruz Roja
María García y Beatriz Bueno, en las dependencias de la Asamblea Local de Cruz Roja | El Pueblo

“La vida ahora es más egoísta -sentencia María- Yo, gracias a Dios, tengo cuatro hijos que me ayudan y están por mí”. “También más difícil -interviene Beatriz- Mi marido y yo trabajamos muchos años en una portería, algo muy esclavo. Llegó un momento en que mi marido y yo decidimos empezar a salir, aunque como mucho íbamos a tomar un café, como si fuera un pecado. Ahora a tomar café salgo todos los días”. “La gente ya no quiere niños -continúa María- Yo, a los 26 tenía cuatro. Pero ahora cumplen 30 y no quieren niños, quieren perros”.

Las actividades que ofrecen los programas del Área de Mayores han ayudado a Beatriz y María a establecer nuevos vínculos sociales y a mejorar su calidad de vida. “Yo estoy muy contenta -comparte María- Te da alegría venir porque sientes que te aprecian, te dan mucha confianza y estimación”.

“Sin estas actividades que nos organizan, ahora mismo estaríamos en casita -reconoce Beatriz- Hace poco vimos una película que contaba la historia de una madre que cuando iba a salir de casa llegaban los hijos y le decían que se quedase con los nietos. Y la madre lo hacía, y así hasta que cayó enferma y tuvieron que llevarla al hospital. Entonces los hijos vieron que la madre les hacía falta y se volvieron muy amables. Eso es egoísmo. Yo vivo sola, pero tengo dos hijos que se preocupan mucho por mí. Mi hija está muy contenta de que yo venga aquí”. “Yo estoy todo el día en la calle, por la mañana y por la tarde -sigue María- Voy a pintura a las siete, aunque mi hija me dice que eso es muy tarde, que vaya a las cinco. Pero yo me echo en mi sofá, me veo la novela y me quedo frita. Después, me voy a pintura. Si llueve y hace viento no voy, si no, voy. Y si hace frío, me abrigo”.

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