José Ríos, el cónsul ceutí de corazón portugués
Consulado de Portugal en Ceuta
El responsable del Consulado Honorario de Portugal en Ceuta, desde que hace 26 años le pasara el testigo José María Ballesteros, se enorgullece de seguir dedicándose a “darlo todo” por el país lusófono
La mitad del alma de José Francisco Ríos Claro es portuguesa. El ceutí de cuna se siente luso y se identifica con la cultura del país vecino “en todo”. “Yo a Portugal la quiero”, profiere con sus ojos bien abiertos, apretando las manos, entrelazadas y en reposo sobre un escritorio de madera. Uno que ocupa gran parte del decorado despacho del cónsul del país vecino en Ceuta. Confiesa que, en ocasiones, su mujer lo encuentra hablando el idioma de José Saramago mientras lee un texto en español, que comienza a traducir sin darse cuenta. Está familiarizado con la lengua, que a sus oídos suena a gloria cuando atestigua conversaciones de restaurante en los encuentros a los que acude con autoridades de la otra tierra ibérica. Le gustaría seguir perfeccionando su vocabulario hasta alcanzar el nivel de su hijo mayor, quien, presume, ha heredado su “amor” por el país en el que le gusta perderse con su caravana y que su padre representa en la ciudad autónoma desde 1999.
En el despacho del cónsul honorario de Portugal en Ceuta, adornado con multitud de figuras de colección, no falta la bandera roja y verde. Hace unos meses la sacaron al exterior a través de la ventana de la oficina de José Ríos, con vistas a la calle Camoens, una que, como se vanagloria el ceutí, “más portuguesa, imposible”. El poeta Luis de Camoens es considerado por parte de la historiografía “el Cervantes de Portugal”. Y da nombre a la estrada que lucía los colores lusos hasta que el viento invitó al Consulado a devolverla al interior. Cuando Ríos recibió a El Pueblo de Ceuta en sus dependencias, el símbolo ya estaba a buen recaudo junto al cuadro que atesora el título que le fue concedido hace un año para conmemorar sus 25 años como cónsul.
Fue en septiembre de 2024 cuando, junto al resto de su familia, se trasladó a Sevilla para recibir la Medalla al Mérito de las Comunidades Portuguesas, en un acto que contó con la presencia del entonces embajador en Madrid, João Mira Gomes. Aquello sucedió en otoño, aunque su aniversario tuvo lugar el 25 de mayo. Se acuerda con detalle de aquel día de 1999. “Jamás se me olvidará esa fecha”, garantiza, estático frente a su escritorio, donde reposan los puños de su camisa de rayas, cerrados con unos gemelos redondos, cuya oscuridad contrasta con el amarillo intenso de una corbata decorada con jinetes sobre sus caballos. De una guisa similar acude siempre al consulado, institución a la que se asomó en 1997 de la mano del antiguo cónsul, José María Ballesteros. Fue él quien lo propuso como sucesor un año antes del inicio del nuevo milenio. El mismo que le enseñó que la obligación principal del cargo es “darlo todo por Portugal”.
Cuando aún era un aprendiz de su antecesor, comenzó a curiosear los ficheros antiguos de la institución, donde pudo ver documentos redactados a principios de 1900. En aquella época, Ceuta contaba con “muchos soldados portugueses en la Legión, y con doble nacionalidad”, según relata Ríos, quien cree que es ese el origen del consulado a este lado del Estrecho. Recuerda que junto a Ballesteros conoció las principales sedes de representación portuguesa en España. Ballesteros lo llevó también a conocer a las autoridades en Lisboa. Del día de su nombramiento conserva, sobre todo, el “orgullo” de ser elegido para el cargo. Sus vínculos con el país luso no son heredados, sino construidos por voluntad propia a lo largo de los años. Comenzó yendo con su familia, y acabó enamorándose de la tierra. “Yo estoy enamorado de Portugal desde mucho antes de ser cónsul. Me encanta su cultura, su pasado. Allí me siento como en mi casa”, reflexiona.
Cada año trata de escaparse “dos o tres veces”. Disfruta desde el norte hasta el sur, aunque reconoce que guarda especial cariño a ciudades como Sintra o la capital. “El idioma también… -añade, de repente, tratando de explicar el porqué de su predilección por el país vecino-. Y la forma de ser del portugués. Son muy cariñosos, muy amables, muy sensibles… Eso me gusta”. Se congratula de que siempre que un luso llega a Ceuta, el número 1 de la calle Camoens. No cuentan con un censo, pero sabe que viven “muchos”. En su mayoría, vienen “por temporada”, algunos de ellos para el sector de la construcción, a través de empresas que tienen personal español y portugués. También hay médicos y otros profesionales que, al llegar a la ciudad, en un “90% de los casos” pasan primero por el consulado. “Ten en cuenta que aquí están pisando territorio portugués, y piensan: qué menos que ir a mi país”. El de Portugal es uno de los cuatro consulados que quedan en Ceuta, junto al de Italia, Países Bajos y Francia. José Ríos confiesa que el volumen de trabajo no es excesivo, pero asegura que siempre están alerta.
El consulado
En el Consulado Honorario de Portugal en Ceuta prestan “asistencia integral” a los ciudadanos portugueses que se instalan en la ciudad. Les solucionan “cualquier tipo de problema”, ya sea “personal, profesional, sanitario o judicial”. “Todo lo que necesiten lo facilitamos nosotros”, resume el cónsul, quien trabaja codo con codo con la jefa de Protocolo de la institución, Marta Rodríguez. Si el dúo no puede resolver el asunto, se apoyan en el Consulado General de Sevilla, o siguen escalando hasta dar con la tecla. En ocasiones, acuden a ellos portugueses con intención de cruzar a Marruecos. Alguno les ha llegado con el carnet caducado, y han podido darle solución “en 24 horas”.
Por ejemplo, si un luso ingresa en el Hospital Universitario de Ceuta (HUCE), se ponen en contacto con el médico responsable para estar informados en todo momento. Y actúan en caso de que sea preciso ayudarle, incluso para contactar con su familia. No es un trabajo que requiera ocho horas diarias de dedicación, pero Ríos reconoce que, de la misma forma que algunos días sus obligaciones son casi inexistentes, otras jornadas se vuelven interminables. A José, también conocido como Pepe, no se le olvida el cansancio que acumuló durante los tres días que pasó en Marruecos para ayudar en lo que fuera posible tras el accidente de autobús que dejó 9 portugueses muertos antes de llegar a Río Martín.
“Me llamaron para contármelo a las siete de la mañana, a las ocho y cuarto ya estaba allí, y no volví a Ceuta hasta tres días después. Aquello fue temerario. No se me olvidará en la vida. Eso lo tengo aquí”, dice mientras roza su cráneo con el índice de su mano derecha. Era 8 de septiembre de 2010. Un crucero luso había atracado en Ceuta después de hacer escala en Madeira. 44 de los turistas decidieron sumarse a una de las actividades programadas para la estancia en el norte africano: una excursión a Tetuán. Salieron temprano, antes de la salida del sol, en un autobús perteneciente a la empresa caballa Abyla Tur, bajo los mandos de un conductor español.
Rondaban las 7:20h cuando, a poca distancia de Fnideq, el vehículo sufrió un accidente. Nueve personas fallecieron y más de 30 resultaron heridas, 11 de ellas de gravedad. Los heridos fueron trasladados de inmediato al HUCE, y los cadáveres fueron embalsamados, bajo la mirada de José Ríos. “El embalsamiento fue muy duro… No lo saco de mi cabeza. Tuvimos que pedir las ambulancias de fuera, porque en Ceuta no había ambulancias para trasladar a tantos”, narra el cónsul, cuya esposa, según relató, permaneció en Loma Colmenar, acompañando a los heridos, los tres días que su marido estuvo en Marruecos. De todo aquello, además del dolor, José Ríos recuerda la excelente colaboración entre los tres países implicados. “Tanto nuestra policía como la marroquí se portaron de maravilla con Portugal”, admite.
No ha vivido nada más difícil como cónsul en sus 26 años en el cargo. Desde aquel 25 de mayo de 1999 que lleva grabado en la mente tanto como a Portugal en el corazón. No tiene en mente posibles sucesores, ya que no se plantea la posibilidad de dejar el cargo. Espera continuar dándolo “todo” por su segunda patria todo el tiempo que le sea posible. “Es que tengo un problema. Los inmortales no sabemos cuándo ni qué vamos a hacer -comenta entre risas-. Cuando tenga que ser, será. Ahora mismo sigo siendo el mismo de hace 25 años. No me lo he planteado, la verdad. Mientras pueda, estaré aquí. Si dios quiere”.