Juan Diego y Marcos: el honor como divisa y tradición familiar

ENTREVISTA AGENTES GUARDIA CIVIL

Intercambiamos opiniones con dos de los agentes destinados en la Comandancia de la Guardia Civil de Ceuta en las horas previas a la Virgen del Pilar

Juan Diego Coca y Marcos Antonio Román
Juan Diego Coca y Marcos Antonio Román | Juanjo Coronado
Juanjo Coronado
12 oct 2025 - 07:59

En la célebre ‘cartilla’ -sobrenombre con el que se conoce dentro de la Guardia Civil al documento fundador del cuerpo- el duque de Ahumada llamaba a sus subordinados a ser un “pronóstico feliz para el aflgido”. Eso, tal vez, ha marcado a generaciones de miembros del Instituto Armado a lo largo de su historia. Desde las parejas camineras que permanecen en el imaginario colectivo hasta los hombres y mujeres especializados en prácticamente cualquier cosa que podamos imaginar y que, con sus sombras incluídas, forman uno de los cuerpos policiales más prestigiosos del mundo en la actualidad.

Dos de esos hombres son Marcos Antonio Román Andreu y Juan Diego Coca Mendoza. Se trata de uno de los oficiales má veteranos del cuerpo en Ceuta, y uno de los más noveles, a pesar de que lleva ya sus diecisiete años en Ceuta. No es fácil, en el mundo de los ascensos y destinos de la Benemérita, encontrar vacante en Ceuta. De ahí que no encontremos a chavales de apenas veinte años de edad, como es el caso del policía Ignacio Pérez.

Sin embargo, charlando con ellos en las horas previas al Día del Pilar, si hay diferencias. Una muy llamativa. “A nosotros, en Baeza, nos dejaban salir desde el mediodía del sábado, pero siempre de uniforme”, dice Marcos, ya en la recta final de su trayectoria laboral. “A estos les dejaban salir con ropa de calle, con lo cual era mejor”, dice entre risas señalando a Coca.

Los dos quisieron ser guardias civiles no por casualidad ni por un cambio en un momento de su vida, sino por tradición familiar. “Había ya alguien en la familia, un primo, y en principio en mi casa no había nadie más, mi hermano era militar y tal, y lo vi como una opción muy buena, donde tienen muchas posibilidades de trabajo diferentes, donde se puede realizar de cualquier forma Busqué el cuerpo en busca de soluciones, a ver dónde podía encajar según mis gustos y tal, y aquí estoy”, dice el veterano. El más novel recuerda que “lo he vivido desde pequeño en la casa, lo tuve bastante claro desde relativamente pronto, y yo veía a mi padre, me gustaba la imagen que proyectaba, me gustaba su trabajo y entonces decidí tirar por este camino”.

Ambos coinciden en el alto nivel de preparación que se exige a los agentes. Coca: “De la academia salimos bastante bien preparados, pero no nos damos cuenta de lo que es la calle, de lo que puede ocurrir hasta que ya está de servicio, y para eso es obligatorio apoyar a un compañero con experiencia, porque en la calle puede pasar cualquier cosa y se necesita de esa experiencia para poder aprender, y siempre está en constante aprendizaje”.

Para el más veterano, a la hora de hablar de los jóvenes, “lo que se pretende es que, bueno, aunque con los que ya lo traen aprendido, es la vocación del servicio, de que nosotros estamos aquí para ayudar a la gente y para servir a la ciudadanía, y no para hacernos valer de ningún cargo, sino para ayudar a los demás”.

La frontera es algo que les ha marcado. Román recuerda que “mi primer servicio fue ahí. Era una garita, no había vallado, teníamos un walkie con una batería de media hora y estábamos en contacto con los agentes de Marruecos”.

Para Coca “mi primer servicio fue en la frontera. Ya habia vallas, y a mi me tocó en un sitio que me llamó la atención, puesto que es un lugar cuya perspectiva puede parecer que estábamos en Marruecos, aunque sean los últimos metros de territorio español. De aquella noche recuerdo que, siendo yo de Ceuta y estando en pleno mes de julio, me fui con las mangas cortas. No he pasado más frío en mi vida, estaba helado”, recuerda entre risas. Ninguno de los dos, por cierto, estaba de servicio en El Tarajal en la entrada masiva del 17 y 18 de mayo de 2021.

Recuerdos de una barbarie y la posible continuidad de sagas familiares en el Instituto Armado

Prácticamente la mitad de los muertos ocasionados por la banda terrorista ETA fueron agentes de la Guardia Civil o el Cuerpo Nacional de Policía: 429 muertos entre ambos cuerpos. El fantasma de ese grupo terrorista sigue presente, aún, en las nuevas generaciones de agentes.

Por edad, prácticamente Juan Diego no llegó a convivir con la amenaza terrorista. Sin embargo, Marcos si señala que “estuve muy poquito tiempo, estuve en Navarra. Y encima que de que fue poco tiempo, fue un año y medio, durante seis meses hubo una tregua. Pero bueno, luego sí que viví algún atentado allí de algún militar, en Pamplona, y nos tocó vivir aquella época. Yo, en mi caso, tampoco fue la peor, que fueron los años ochenta y tanto, yo ahí todavía no había ingresado. Yo estuve en el año 99, y ya prácticamente aquello estaba decayendo. Y igual que decimos, que allí había muchos terroristas, pero ya nos decían que los terroristas eran pocos, los demás eran gente normal, que vivían casi tan asustados como nosotros, porque se ven presionados por la parte esta”.

Si que encontró “buenas personas, con las que hice relativas amistades”.

Sin embargo, en lo que ambos coinciden es en que “cuando sientes que has salvado una vida, cuando estás, por ejemplo, en el perimetro y sacas a alguien del agua, cuando se tiran al agua, el momento que tú ves que has ayudado de verdad y que tú, por vocación de servicio, ayudas a los demás y sientes que has hecho algo que pueda salvar una vida o algo así, es lo mejor. Esa es la parte más satisfactoria. Además que tú notas que cuando una persona te ve a ti, la persona se tranquiliza, la persona cuando necesita ayuda no duda en preguntarte y somos como un alivio, por así decirlo, de cada ciudadanía”, apunta Coca.

Por cierto ¿habrá continuidad de los apellidos. El más veterano tiene un hijo que lo intentó, pero un problema de daltonismo lo impidió. Uno pequeño “se está empezando a preparar para el año que viene, intentado estar a cuerpo”, dice Marcos Román.

Coca, por su parte, “no tengo hijos, así que por mi parte parece que la saga de los Coca acaba conmigo. Tengo una hermana pequeña que se está preparando y con suerte ella seguirá el legado de la familia”,

La sombra de ETA y un niño ahogado: los peores recuerdos

Marcos Antonio Román tiene claro que “mi peor recuerdo como profesional fue estando destinado en Tarragona, que tuvimos que ir a un suceso de un niño que se ahogó en unas inundaciones. Tenía dos años, y recuerdo su cara perfectamente. Se llamaba Oriol, y aún sueño con el”. Juan Diego Coca no ha vivido hechos tan traumáticos, pero si recuerda que “me impresionaba bastante, en Bilbao, el recuerdo de los compañeros asesinados por ETA. Pasar con los más veteranos y oirles señalar donde habían matado a uno u otro. Eso fue algo bastante traumático y que me impresionó bastante, la verdad”, recuerda el más joven de los dos agentes del cuerpo Benemérito que participan en la entrevista

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