Soledad Rodríguez, 65 años de lucha por la vida
Entrevista
La usuaria de ADEN lidia con problemas de corazón desde niña, a los que se fueron sumando patologías digestivas, endocrinas o reumatológicas, el prematuro fallecimiento de su marido o de dos hijos, sin que nada le haya borrado del todo la sonrisa y el sentido del humor

Ceuta/ Hace un par de meses, María Soledad Rodríguez (Ceuta, 65 años) se acercó a la consulta de su médica de cabecera en busca de unas recetas. Quiso desahogarse por llevar más de dos años a la espera de una cirugía para colocarse una prótesis de hombro. La doctora le introdujo su caso al residente que la acompañaba, a quien le informó de que la señora está operada de un ductus arterioso persistente que le diagnosticaron con tres años. “¿Ya tanto años ha vivido usted?”, le preguntó, sorprendido, el médico. “¿Ya me quiere usted matar?”, le soltó ella con su pronunciado acento malagueño y el tono cómico que se resiste a perder. “No te está matando. Es que el ductus tiene una vida muy precaria. Y tú llevas muchos con él”, explicó la facultativa. A Soledad la operaron en 2005, un año después de quedarse viuda -con 45 años-. Sus problemas de corazón no se acabaron, se fueron sumando otras patologías que ha tenido que enfrentar en paralelo a la muerte de dos hijos. “Tengo muchas cosas. Lo único bueno es que cuando he parido ni me he enterado”, se consuela entre las risas que la caracterizan y que las calamidades no han logrado borrar.
Soledad toma Voltaren de 100 miligramos unas dos veces a la semana. No le recomiendan que abuse, pero termina recurriendo a él siempre que siente “el dolor fuerte”. Así desde que hace casi tres años empeoró el estado de su hombro, en el que ya le han hecho cuatro infiltraciones. De las últimas ya casi ni notaba el efecto. Su reumatólogo decidió dejar de someterla a las inyecciones por sus patologías cardiacas, que no se limitan al ductus, al padecer también arritmia ventricular. Para acabar con esta última tendrían que practicarle una cirugía a corazón abierto, con un riesgo elevado de no salir viva del quirófano. Pero sus preocupaciones no residen ahora en la consulta del cardiólogo.

Fue hace ocho años cuando su reumatólogo le pidió la resonancia -la sexta de su vida- en la que observaron la artrosis que presentaba su hombro. Pero después llegó la pandemia, el especialista que la trataba se fue de Ceuta durante un tiempo y los retrasos comenzaron a colmar su paciencia. Todo había comenzado con unos leves dolores en “la paletilla”. “Ahora es el omoplato, pero es la paletilla de toda la vida”, interrumpe la seriedad de su narración para introducir otro de sus chascarrillos. Esos que despertaban carcajadas entre sus compañeras de la Asociación de Enfermos Neurológicos (ADEN), que la acompañaban en la mesa donde conversó con El Pueblo de Ceuta. Soledad acudió aquel día a la sede de la entidad con un mono amarillo y unas piedras rojas que le colgaban de sus orejas. Pretendía dar testimonio de las largas esperas que lleva años sufriendo en servicios varios del Hospital Universitario de Ceuta (HUCE), y acabó, de camino, haciendo un viaje por la historia de su vida.
El facultativo solicitó que se someta a tres pruebas, para las que tiene cita en noviembre. Una vez salgan los resultados será incluida en una lista de espera quirúrgica -para la prótesis- que, según le han advertido ya, ronda el “año y medio de retraso”. Hasta entonces deberá seguir soportando el dolor. Sufre también de derrames de líquido, que le engarrotan el brazo siempre que surgen. “Yo no puedo ni fregar -dice guardando después una pausa para alterar la dirección de su discurso-. Vamos, lo hago porque tengo más cojones. Pero friego y me duele, me lavo y me duele, tiendo y me duele, me siento y me duele. Viene una por detrás y me hace: ¿Qué haces? -exclama imitando a quienes la saludan tocándole el hombro-. Yo el otro día con lagrimones y todo. Porque la gente no mira. No sé qué voy a tener que hacer. Me voy a tener que poner un cartelito aquí -señalando su pecho-: ‘No tocar. Frágil’”.
El sentido del humor
Soledad se apoya en ADEN desde 2008, cuando entró a trabajar en la entidad durante unos meses gracias a un Plan de Empleo. Por aquel entonces, la asociación podía acoger como usuario a pacientes con cualquier patología. En su caso, de corazón, aunque no sea la única. La ceutí nació con una malformación congénita. Los médicos le explicaron su ductus arterioso persistente como si su corazón fuera un cubo de agua al que le hacen agujeros y que, por tanto, tiene pérdidas. A su corazón se le iba escapando sangre. Su enfermedad la obligó a pasar toda su vida de consulta en consulta. Su marido siempre la acompañaba. Le hicieron hasta pruebas nucleares en hospitales punteros, la tenían como un “conejillo de indias”. En 2005 logró, al fin, que la operaran. Pero meses antes falleció su esposo. La cirugía tuvo lugar un 14 de febrero, y él había fallecido en mayo del año anterior. “Se me fue. Y la que la iba a palmar era yo, que era la que estaba mala…”.

Después le detectaron las arritmias. “Todo el mundo tiene arritmias, ¿no? Pero las mías no son de esas ‘volateras’ -dice, llevando la mano al pecho-. Las mías están metidas aquí, en la pared del ventrículo izquierdo. Si me tocan, la palmo, porque ya me han abierto muchas veces”. Soledad ha pasado por cinco cateterismos, el último de ellos de cinco horas, en el Hospital Gregorio Marañón de Madrid. “El médico me dijo que tenía un par de ovarios, que en su vida nadie había aguantado tanto en la camilla”, ríe. “Y yo allí, hablando con todos los médicos, haciéndoles bromas... Le dije a uno: ‘¿Usted no tiene plancha en su casa?’ porque venía todo arrugado. ¡Y se morían de la risa!”.
A sus dolencias cardíacas se han sumado problemas digestivos o endocrinos. Hace un mes se sometió a una rectoscopia, tras llevar un año con una úlcera en el estómago. Tras la prueba se dirigió a Citas Previas para solicitar un nuevo encuentro con el especialista para obtener los resultados. “Me dijeron que ya me llamarían porque la agenda está cerrada y no se sabe cuándo se va a abrir”, lamenta. Tiene también un nódulo que le está tratando la endrocrina, para cuya atención tuvo que esperar seis meses. “En la tiroides tengo dos nódulos: uno pequeño y otro grande. Si crece más de tres centímetros, me tienen que operar. De momento, me han dado vidilla hasta el año que viene”, dice tratando de dotar de algo de gracia su situación.
Ese sentido del humor, dice, es su mejor medicina. “Para la rectoscopia me tumbé en la camilla y me dijo el médico: ¿la sedo? Y yo ya, después de todo, le dije: Usted haga conmigo lo que quiera’. Son ya muchos años, hija…”.
Sigue el canal de El Pueblo de Ceuta en WhatsApp. Pincha aquí, dale a SEGUIR y encontrarás toda la actualidad informativa de la jornada ceutí