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Palestina
Ceuta/ “Lo admito. Escribo este texto mientras me muero de hambre”. Así comienza la carta escrita por el profesor Ahmed Kamal Junina de la universidad palestina de Al-Aqsa, con la que la comunidad universitaria ceutí ha querido humanizar la concentración organizada en la mañana de este miércoles para denunciar “el genocidio en Gaza, la ocupación israelí de Cisjordania” y para exigir una paz real para el pueblo palestino, que se respete el alto al fuego y que se apoye la reconstrucción de un territorio “masacrado”. La lectura reposada a cargo del coordinador del grado en Educación Social, Antonio González, ha silenciado a la veintena de compañeros -y una decena de estudiantes- que quisieron participar de la movilización convocada en todos los campus de la Universidad de Granada (UGR) a las 11:00 horas.
El patio del campus universitario de la UGR en Ceuta acogió la intervención de cuatro docentes, dos de ellas miembros del Comité de Empresa por CCOO y por UGT, organizaciones que, en paralelo, se manifestaban a las puertas del edificio sindical, para después realizar una marcha hacia la Delegación del Gobierno. El mismo destino de los estudiantes que están llamados a reunirse esta tarde -a partir de las 17:00h- frente al Palacio Autonómico para encaminarse a la plaza de los Reyes por el mismo motivo: “la libertad, la justicia y la paz en Palestina”.
“En Gaza, durante estos 24 meses de genocidio, se han leído tesis, se han impartido clases, se han realizado exámenes, se ha estudiado bajo el zumbido constante de drones entre un bombardeo y el siguiente”, ha expresado Antonio González, cuyo discurso ha orbitado en torno al sufrimiento de sus compañeros de profesión en el territorio donde, desde octubre de 2023, han sido asesinadas 67.000 personas, 20.000 de ellas niños y niñas.
El profesor gazatí confesaba en su relato que escribía “demasiado hambriento para pensar con claridad” y “demasiado débil” para mantenerse “erguido durante mucho tiempo”. “El hambre es ruidosa. Me grita al oído mientras leo (…) Siento punzadas en el estómago. Me duelen los dedos, resecos de la deshidratación”, fue leyendo el docente de Ceuta, que, por unos minutos, improvisó la portavocía de la comunidad educativa de un país en guerra. Donde creen “en el poder transformador de la educación” y donde continúan con “el trabajo, las investigaciones, revisiones de proyectos, seminarios web” o “clases grabadas” porque detenerse “sería ceder al silencio”.
Ambos profesores, el gazatí que escribió y el español que leyó, realizaron no “un llamamiento a la caridad”, sino a que la sociedad unida afronte “una verdad incómoda”. “La solidaridad no tiene sentido si no se nombra y se desafía a los sistemas que obligan a las personas a sobrevivir bajo el asedio, la ocupación y la privación deliberada”, añadió, para después afirmar que “la verdadera solidaridad significa hacer preguntas difíciles”, las cuales son tres: “¿Quién puede hablar? ¿A quién se le presta atención y se le escucha? ¿Quién puede seguir aprendiendo, imaginando un futuro cuando caen las bombas y el hambre aprieta?”.
Antes de que la desesperación de un profesor palestino enmudeciera el soleado patio del campus, las delegadas sindicales de CCOO y UGT, Elvira Curiel y Ade Álvarez, leyeron un manifiesto que comenzaba explicando la naturaleza del acto convocado: “no se trata de un gesto simbólico, sino de hacer un acto de conciencia y de responsabilidad”. “La comunidad universitaria no puede permanecer en silencio ante la masacre”, afirmaron para después enumerar algunos de los datos aportados por la ONU y otras organizaciones de derechos humanos. Como los casi 70.000 asesinados, las más de 169.000 personas heridas, los miles de desaparecidos bajo los escombros, los 44.000 niños que han quedado huérfanos o los menores de cinco años, que están “todos” en riesgo extremo de desnutrición grave. Además, según continuaron informando, el 94% de los hospitales han sido atacados, el 96% de la población sufre alguna inseguridad alimentaria aguda y “más de 2.300 centros educativos, incluidas universidades, han sido arrasados”.
Reconocieron la “esperanza” que genera el anuncio del alto al fuego, “pero llega tarde, tras más de dos años de horror y por desgracia no marca el fin del sufrimiento”. “La sistemática destrucción de toda la franja de Gaza, las deportaciones forzadas, el uso del hambre como arma de guerra y el bloqueo a la ayuda humanitaria constituyen crímenes contra la humanidad”, expresaron, para después exigir “el fin inmediato de esta barbarie y el fin de la impunidad que le otorgan gobiernos y empresas cómplices”.
Pidieron que se respete y se mantenga el alto al fuego, además de que se garantice de inmediato la entrada de ayuda humanitaria, “la única vía para atender con urgencia las necesidades desesperadas de la población”. “Israel no lo respetó -el acuerdo- en ocasiones anteriores. El acceso sin restricciones de la ayuda humanitaria, el desmantelamiento de la ocupación y el apartheid israelí y la rendición de cuenta de los responsables del genocidio”.
Reivindicaron la necesidad de que se apoye “la reconstrucción de Gaza”, con un enfoque basado “en los intereses de su pueblo, no en la especulación extranjera”. Pidieron que se tomen medidas “contra las empresas que se lucran de los asentamientos ilegales en Cisjordania” y “la prohibición efectiva del comercio de armas con Israel”. Además del “apoyo a las investigaciones internacionales y procesos penales ante la Corte Penal Internacional y la Corte Internacional de Justicia contra las personas y organizaciones responsables de crímenes de guerra y de lesa humanidad”.
La última en intervenir, la profesora del departamento de Psicología Evolutiva y de la Educación, Violeta Pina, profundizó algo más en las novedades del conflicto: la paz escenificada el lunes en Egipto con la firma del acuerdo con el presidente estadounidense, Donald Trump, como protagonista. Para Pina, el pacto se ha alcanzado “bajo la fuerza de una de las partes”, por lo que “no borra ni debe ser motivo para olvidar la ocupación ilegal de un territorio, los crímenes de guerra y de lesa humanidad cometidos por el gobierno de Israel”. La docente habló de un “sometimiento en el que el gobierno de Israel junto al de Estados Unidos, la Unión Europea y la puesta de perfil de las otras potencias legalizan la ocupación del territorio palestino”.
A través del comunicado leído, Pina solicitó “el fin de las relaciones internacionales con Israel, también en el ámbito educativo”. Comunidad que, en Gaza, ha seguido existiendo “gracias a la resiliencia de personas que se han convertido en seres desplazados, heridos, enfermos y hambrientos quienes mantienen su actividad académica en condiciones inimaginables para nuestra comunidad universitaria”. Así lo comunicó Antonio González durante la narración de la experiencia del profesor Ahmed Kamal Junina, quien, como el resto de sus compañeros, lleva dos años manteniendo a flote la educación en Palestina a pesar de los estómagos vacíos:
“Generar conocimiento en el contexto de hambre es pensar a través del dolor, enseñar a estudiantes que no han comido y seguir diciéndoles que sus voces importan. Insistir contra viento y marea en que Gaza sigue pensando, sigue cuestionando, sigue creando todo esto en sí mismo un acto de resistencia”.
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