Otro doce de diciembre, otro 'caída' en el olvido

“El día doce de diciembre, que no caiga en el olvido”, reza la coplilla que se popularizó como la pólvora entre la Ceuta de posguerra y que llega hasta nuestros días. “Y que todos pescadores, recen por los que han caído”. No sabemos si alguien tendrá presentes a las víctimas de la mayor tragedia marítima -documentada- de la historia de Ceuta en sus oraciones, pero si que la chispa del recuerdo parece ir apagándose irremisiblemente.

No hay ningún tipo de acto previsto para homenajear a los 64 muertos en los isleros de Santa Catalina. Eran pescadores, a bordo de tres embarcaciones -el Lobo Grande, el San Carlos y Los Mellizos- a los que un súbito vendaval sorprendió en los acantilados del Hacho. Nunca se sabrá por qué, pero alguien tomó una decisión incorrecta en cuestión de segundos: entrar en Santa Catalina. Era el patrón del barco local, el Lobo Grande. El San Carlos y los Mellizos, con pescadores ceutíes pero patrones foráneos, decidieron seguirles, tal vez confiados en que aquel capitán iba a buen puerto. Horas después, la tragedia se ha consumado y 64 marineros han muerto. Todos españoles (Ceuta y varias localidades del Campo de Gibraltar, principalmente, eran sus lugares de residencia) salvo el portugués Joaquín Ramos Da Brito.

Al margen del mal tiempo, hay otro dato que no se puede obviar: las artes de pesca. Elaboradas a base de algodón en muchos casos -bastante más baratas que las sintéticas en una época de cartillas de racionamiento y escasez-, al entrar en contacto con el agua se inflaron, arrastrando al fondo del mar a aquellos pesqueros. Otros marineros, caso de los que iban a bordo del San Ramón, se salvan milagrosamente, aunque su embarcación queda literalmente para el arrastre.

Desde entonces, cada vez que llega un 12 de diciembre, es un día triste. El día en el que se cumple un año más de aquella mañana en la que el elemento más traicionero y bello de la naturaleza se tragó la vida de 64 hombres que se habían hecho a la mar.