Espías, gimnasios, viudas y letrados: el papel de Ceuta en la Transición
HISTORIA
Este sábado se cumplen 47 años desde la aprobación de la Carta Magna en referéndum, y repasamos el papel de nuestra ciudad en el proceso que derivó en la Constitución
España celebra este sábado 47 años desde la aprobación de la Constitución Española de 1978. Un referéndum que se saldó con una victoria aplastante de los partidarios del ‘Si’, que fue respaldado con un 88’54% de los votos emitidos.
Es, ante todo, una historia de país. Pero precisamente por eso, es una historia que se construye con la participación de todos los territorios que forman el mismo, o en este caso, con algunos personajes que, en el caso de Ceuta, pueden formar la particular ‘anatomía de un instante’. Si el siempre recomendable Javier Cercas eligió el momento en que Tejero entra en el Congreso de los Diputados, nosotros vamos a escoger aquel día de 1978 para hablar de algunos personajes claves en la Transición, vinculados con Ceuta por nacencias o acontecimientos.
Nuestro primer personaje entra en escena en diciembre de 1973. Como cada mañana, antes de acudir a cumplir con sus obligaciones decide ir a misa. Se despide de la familia, en una escena que es rutinaria y seguramente harían algún plan para el día. Planes que no llegarían a cumplirse: minutos después de acudir a misa, varios kilos de explosivos hacen explosión bajo su coche. A las 09.27, un atentado acaba con la vida del almirante Luis Carrero Blanco, presidente del Gobierno y guardián de las esencias de un régimen que ya languidece. Un hombre que años antes, en 1929, llega destinado a Ceuta. Natural de Santoña, pronto se enamora de Carmen Pichot, la hija del gerente de la empresa de aguas. Carrero Blanco se aloja, en aquellos años, en el actual Museo del Revellín: entonces una residencia castrense y el lugar donde conoció a un joven militar gallego llamado Francisco Franco...
Aquella noche de enero...
Carrero Blanco ha hecho la guerra, como también José Luis Sauquillo. Este llega a Ceuta como militar y uno de sus hijos, Javier, nace aquí en 1947. Con el paso del tiempo, la familia regresa a Madrid, donde Javier y Paquita, su hermana cursan estudios de Derecho. Forman parte de una hornada de abogados jóvenes, sin apego al franquismo al que combaten judicialmente, y que fundan uno de los primeros despachos laboralistas de España, el de Atocha 55.
La noche del 23 de enero de 1977, un grupo de pistoleros vinculados a la extrema derecha entra y abre fuego contra los allí presentes. Sauquillo muere horas después. Dos compañeras de ese bufete, Manuela Carmena y Cristina Almeida, tendrán protagonismo político años más tarde...
El atentado del despacho de Atocha no es un palo, sino directamente una viga, en las ruedas del camino. Lo sabe bien Adolfo Suárez, decidido desde su toma de posesión a ser el hombre que lleve a España a las urnas. El hombre de Cebreros se ha encontrado con oposición prácticamente desde el primer momento. Sobre todo en el tercio militar: necesita a alguien con cierta autoridad entre los uniformados, cierto ascendente moral, para sustituir al dimisionario Fernando de Santiago. El elegido es Manuel Gutiérrez Mellado. “El Guti”, como se le conoce en los ambientes castrenses, es una persona a la que Suárez conoce siendo ya presidente del Gobierno. Ha sido en un despacho rutinario, para atender los asuntos de la ciudad en la que ostenta la Delegación del Gobierno: Ceuta. Entre los asuntos que tratan, la posibilidad de construir un gimnasio en un terreno militar. Pero entre aquellos dos hombres, surge una especie de flechazo, de química que hace que la conversación se prolongue tres horas en vez de los veinte minutos previstos. Cuando De Santiago -que por cierto, presidió el Gobierno durante unos días, en el interín entre Arias Navarro y Suárez- dimite, el primer nombre que viene a la cabeza de Adolfo Suárez es el de Gutiérrez Mellado.
El es el encargado de los asuntos de la seguridad, de la fontanería del régimen. Y es quien autoriza que se establezcan contactos oficiales con dos abogados sevillanos, jóvenes, y que han regresado recientemente a España. Se llaman Felipe González “Isidoro” y Alfonso Guerra. Ambos se encuentran al frente del PSOE tras el Congreso de Suresnes (París) en el que los socialistas relevan a la vieja guardia encabezada por Rodolfo Llopis para dar paso a una nueva hornada.
Suárez y Gutiérrez Mellado quieren conocer, de primera mano, el concepto y las ideas de González y Guerra -apenas unos treintañeros en la época- de cara a un eventual sistema democrático en España. Se lo encargan a dos coroneles, que se reúnen con ellos en una habitación de hotel en Madrid. La conversación fue grabada desde la habitación contigua a donde aquellos dos coroneles reciben a González y Guerra con un trato cordial, pero con una pistola sobre la mesa. No había intención de utilizarla, sino de recordar quienes eran y a qué se dedicaban.
Sus nombres también serían conocidos en años venideros: se trataba de Javier Calderón, a la postre director del CESID -precedente del actual CNI- y José Faura Martín. Coronel nacido en Ceuta, que llegaría a ser general jefe de Estado Mayor del Ejército. Faura muere en 2017, siendo reconocido su papel como uno de los militares que contribuyó a la ‘democratización’ de las Fuerzas Armadas. Gutiérrez Mellado asume el mando tras la dimisión de varios militares por disconformidad con el proceso constituyente o, en otros casos, por una simple restructuración del Ejecutivo. El ministro del Ejército designado en los primeros momentos es Félix Álvarez Arenas y Pacheco.
Nacido en Ceuta en 1913, es hijo de un antiguo capitán general de la Región Sur y es hermano de otro militar, Eliseo, que acabaría ingresando en la Real Academia Española de la Lengua con un discurso replicado por Pedro Laín Entralgo y que tiene, por ejemplo, en Arturo Pérez Reverte a uno de sus más declarados admiradores. Tras ser ministro, fue nombrado posteriormente como director de la Escuela de Defensa.
El instante
El icónico momento en el que Antonio Tejero Molina irrumpe en el Congreso de los Diputados sorprende en plena votación a Manuel Núñez Encabo, diputado del PSOE. Si Tejero hubiese entrado diez segundos más tarde, la fotografía habría sido la de Francisco Olivencia Ruiz: diputado de la U.C.D por Ceuta, y que era el siguiente en orden alfabético.
En una de sus últimas entrevistas antes de fallecer, (2019) Olivencia recordaba aquella noche con la ‘cachaza’ que le caracterizaba: “Un diputado comunista sacó un cartón de tabaco que les habían traído de la URSS, y yo cogí un paquete. Total, éramos de centro”. También señaló que se quedó dormido en su escaño plácidamente, “y convencido, con el paso de las horas, que aquello iba a terminar en nada”. Confirmaba también, en esa entrevista, la leyenda urbana que señalaba que Manuel Fraga llegó a protestar porque el golpe le trastocaba sus planes y le obligaba a saltarse la dieta contra el sobrepeso.
Ceuta y Melilla, “aunque hubiera que pintarlas de amarillo”
Si algún artículo ha generado controversia en Ceuta, es el de la Disposición Transitoria V, que reconocía el derecho de las dos Ciudades Autónomas a constituirse en Comunidades Autónomas si se daban las condiciones para ello.
Pero ese artículo fue incluído con otra intención. “A Ceuta y Melilla había que mencionarlas en la Constitución, aunque fuera para decir que había que pintarlas de amarillo”. Lo confesaba, hace un año y a este mismo periódico, el hombre que prácticamente redactó aquel artículo y que entonces era diputado por Melilla: José Manuel García-Margallo.
“En un momento en el que todo se iba a construir, había que citar a ambas ciudades en la Carta Magna para decir que eran partes del territorio nacional y evitar así confusiones”, decía el ex ministro de Exteriores, que admitía que tuvo que luchar duro con sus compañeros de la extinta UCD para tal fin.
Uno de los padres de la Constitución fue Manuel Fraga. El mismo que en 1976 redactó un ‘Libro blanco para la reforma’ en el que se hablaba de entablar negociaciones a futuro con Marruecos sobre ambas ciudades. Fraga recapacitó, llegando a ofrecer “mi sangre, si fuera preciso” por ambas.
Francisco y Mohamed: los dos ‘bocados’ que la serpiente dió a Ceuta
Una de las pesadillas que heredó de la época franquista no sólo no desapareció tras la muerte del dictador, sino que se agravó hasta extremos insoportables: ETA. El grupo terrorista, que cometió su primer atentado mortal a principios de los años 60 con la muerte de la niña Begoña Urroz, se reveló tras la muerte de Franco no como un grupo algo asilvestrado de oposición al dictador, sino como lo que era: un movimiento etinicista, que solo buscaba el terror por el terror en base a unos trasnochados ideales.
ETA dejó, a su fin en 2011, en torno a un millar de muertes: casi trescientos fallecimientos aún no han sido ‘adjudicados’ a esa banda terrorista. De los 878 asesinados por la banda, dos eran de Ceuta.
El primero, de cuyo asesinato en Orio (Vizcaya) se cumplieron 45 años este febrero, se llamaba Francisco Pascual Andreu. Era un agente de la Guardia Civil que se iba a casar en siguientes meses. Una noche, acudió junto a un pescador local, Florentino Lopetegui, a tomar una copa en una terraza para abordar un tema administrativo. Ambos murieron tiroteados.
Cuatro años después, Mohamed Ahmed Abderraman cambia un turno. Es un agente de Policía Nacional destinado en Irún (Guipúzcoa) y es padre de una hija con parálisis. Ha pedido destino al País Vasco, precisamente, para poder ganar algo más de dinero y afrontar mejor los costosos tratamientos de su hija. En aquel 1984 en que Francia -Francois Miterrand da un giro radical tras el período de Giscard D’Estaing- empieza a colaborar contra ETA, los camioneros son el nuevo objetivo. Ahmed cambia su turno para poder ir con su hija a revisión. En un momento, sale del control de tráfico en el que está trajando cuando un grupo de terroristas le ametralla.