JUGADOR Nº 12 - JAVIER CASTILLO ARROYO
Seis décadas de pasión por el Ceuta y un nuevo viaje al Nuevo Mirandilla para alentar a los suyos
JUGADOR Nº 12 - JAVIER CASTILLO ARROYO
Ceuta/ El jugador número 12 de esta semana responde al nombre de Francisco Javier Castillo Arroyo, un caballa de 65 años, jubilado, que lleva más de medio siglo siguiendo con devoción a la Agrupación Deportiva Ceuta FC. Su historia es la de miles de aficionados que han hecho del equipo blanco una parte inseparable de su vida, pero en su caso se mezcla además con recuerdos imborrables de la infancia, anécdotas de la mili y una fidelidad a prueba de cualquier contratiempo.
Javier empezó a sentir los colores del Ceuta cuando apenas tenía cinco o seis años. Salía del cine Terramar y, como las puertas del Alfonso Murube se abrían al final del partido, aprovechaba para colarse y disfrutar aunque fuera de los últimos minutos. Aquel niño que se agarraba a una farola para ver medio campo soñaba ya con ser parte de algo más grande que un simple club de fútbol.
“Me buscaba la vida como podía”, recuerda entre risas. A falta de dinero para pagar la entrada, un policía municipal, Ricardo, le facilitaba el acceso a la tribuna. Pero él, fiel a su instinto, prefería marcharse a gol, donde se sentía más cerca de la pasión popular. Aquella picaresca de juventud se convirtió en el inicio de una vida entera dedicada a seguir al Ceuta.
El gran punto de inflexión llegó gracias a su tío Adolfo, que regresó de París y le hizo un regalo inolvidable: el carné de socio para él y sus siete hermanos. Era el carné clásico, con numeritos que se arrancaban para cada jornada, un símbolo de pertenencia que marcó para siempre su relación con el club. Desde entonces, nunca dejó de estar vinculado a la Agrupación.
Han pasado 60 años desde aquellos días, y Javier acumula recuerdos de todos los colores. Algunos alegres, como la permanencia en 1ª RFEF conseguida in extremis o la pasada temporada, que considera una de las mejores. Otros, agridulces, como el ascenso a Segunda División logrado en la temporada 1979/1980 que no pudo disfrutar en directo porque se encontraba en la Legión, destinado en Leganés. “No vi el ascenso, me quedé en el cuartel. Fue un vacío enorme”, lamenta todavía.
El destino, sin embargo, le reservaba una revancha. Décadas después, pudo vivir en primera persona el ascenso logrado en Madrid, de la mano de su hijo. “Me hubiera perdido media vida si no llego a ir”, confiesa emocionado. Aquel viaje improvisado, con noche en el aeropuerto de Málaga incluida, se convirtió en uno de los capítulos más felices de su biografía caballa.
Su fe en el Ceuta es firme, aunque realista. “No vamos a quedar campeones, ni entre los cuatro primeros, pero tampoco entre los cinco últimos”, asegura convencido de que la permanencia está al alcance. Para él, lo importante no son los títulos, sino mantener viva la llama del equipo y seguir disfrutando cada jornada con la ilusión intacta.
En cuanto a los jugadores, tiene claros sus favoritos. Destaca la irrupción del delantero Marcos Fernández, que, según él, “nos lo van a quitar pronto” si mantiene el nivel. También alaba la seriedad de Salvi en los pocos minutos que jugó frente al Real Zaragoza, la progresión de Capa y, sobre todo, las actuaciones recientes de Guille Vallejo en la portería. Aunque reconoce el valor de Pedro López, no duda en afirmar que el equipo necesita un guardameta hecho para la categoría.
Como buen jugador número 12, Javier tiene un mensaje claro para la plantilla antes del duelo frente al Cádiz en el Nuevo Mirandilla. “Que salgan y se coman al contrario. Que miren para alrededor y vean a los 500 o 600 caballas que han viajado hasta allí con toda la ilusión del mundo”. Para él, animar al Ceuta fuera de casa tiene un valor especial, casi sagrado.
Viajar con el equipo es parte de su vida. Ya sea en coche, en avión o en autocar, siempre que puede acompaña a los blancos. Ha estado en Santander, Valladolid y muchos otros destinos, aunque guarda un mal recuerdo de Murcia, donde la afición caballa no fue bien tratada. “Eso se me quedó grabado. Allí no se me ha perdido nada”, admite con cierta amargura.
Aun así, su espíritu no se resiente. Asegura que piensa acudir a todos los partidos de Andalucía y a cuantos más pueda mientras la salud y los medios se lo permitan. “A mí nada más que me hace falta que me lleven, porque ya no me fío de conducir. Donde me lleven, allí estaré”, comenta con la ilusión de un chaval.
Su pronóstico para la temporada es humilde pero firme: un punto más que el quinto por la cola. La permanencia, nada más. “El año que viene, Dios dirá”, sentencia, convencido de que el verdadero éxito está en consolidar al Ceuta en la categoría.
En cuanto a la afición, no tiene dudas. Confía plenamente en el compromiso de los de siempre, los que animan gane o pierda el equipo. “La afición afición no se va a echar atrás. Hemos estado perdiendo 3-0 y seguimos animando. Es la única forma de empujar a los jugadores para que no se vengan abajo”, afirma con orgullo.
Los datos lo respaldan: más de 5.000 espectadores abarrotaron el Murube en el último partido en casa, en un horario complicado. Una muestra de que la ciudad está volcada con su equipo. “Yo, desde luego, estoy motivado. Si el partido empieza a las dos, yo a las diez ya estoy concentrado”, confiesa entre risas, dejando claro que la pasión caballa no entiende de edades.
Javier Castillo, el protagonista de esta semana, encarna como pocos ese espíritu del jugador número 12: el de un hombre que se agarraba a las farolas para ver al Ceuta, que vivió la decepción de perderse un ascenso, que saboreó otro con lágrimas en los ojos, y que a los 65 años sigue viajando, cantando y soñando junto a su equipo. Un ejemplo de amor incondicional a la AD Ceuta FC.
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